He de confesarte algo, aunque me da algo de vergüenza. Bueno, en realidad no sé muy bien qué sensación es, más bien creo que son muchas sensaciones juntas y que se desvirtúan. Cada día, varias veces al día, entro en tu pequeño rincón para leer tus pensamientos, y la sorpresa que me asalta cada vez que encuentro un pensamiento nuevo es indescriptible. Me da igual si ese pensamiento es para mí o no, el simple hecho de poder saber algo de ti me reconforta. Luego de leerlo ya llegará el momento de la incertidumbre, la alegría, la tristeza, la melancolía… Pero eso es después, y lo que realmente importa es la primera sensación de júbilo.
Estando aquí abajo en el suelo te acabas acostumbrando a los regalos que caen del cielo, insignificantes tal vez para aquellos que viven ahí arriba en el cielo. Vuelves a estar acompañada ahí arriba, supongo que apenas tienes tiempo para echar de menos, pero sólo quiero que sepas que aquí abajo siempre me faltas cuando nos separamos.
Una respuesta a «Aquí abajo en el suelo (y VIII)»