Lo pienso pero no lo digo, pues siempre será mejor que decirlo sin pensar. ¿Qué más da? A veces creo que me importa, otras me engaño y me da igual. Después de todo, pocas cosas cambian, y mucho menos las personas. ¿Quise cambiar algo? Ya da igual, tanto si lo es como si no, nada importa. Lo que queda es lo que es y lo que se recuerda es lo que fue. Mejor no vivir en el pretérito del ahora, aunque no sé qué es mejor ante la perspectiva del condicional, tiempo al fin y al cabo, lo que todos ansiamos y a todos se nos escapa.
Vale, pongamos que es el sueño, por ejemplo… Ya tenemos excusa, una especie de eufemismo para encubrir lo que no es «correcto» pero, ¿a los ojos de quién? Bah, el pesimismo flota riéndose a mi alrededor, y no quiero que derrumbe el muro de mi optimismo, lleno de grietas pero que se mantiene aún, esperando el toque de gracia… Mejor no aprender, pues la ignorancia es un don que se ve acosado por el ímpetu de la curiosidad. Llegados a este punto, ¿qué hacer? Ni lo supe, ni lo sé, ni lo sabré… Tú tienes la última palabra.