Envidio a aquellos que tienen abuelos, pero también me apiado de ellos… Al menos no tendré que despedirlos de nuevo en sus entierros. Es curioso como nuestra sociedad hace de la defunción una tragedia. Es natural que nos apenemos por esos seres queridos que han muerto, pero en muchas ocasiones la muerte no es más que un alivio al sufrimiento. A veces sería más conveniente festejar que guardar luto… Después de ver morir a todos mis abuelos, creo que he llegado a tomármelo de otra manera.
Mi abuela [A] murió de un tumor hepático, y quizás porque era muy pequeño o porque sucedió en poco tiempo, no me traumatizó demasiado. Sabía que era lo mejor para ella, porque no vale la pena vivir sufriendo. Mi abuelo [S] murió de Alzheimer, y lo que más me marcó fue el hecho de verlo todos los días, ver cómo día a día, año tras año, iba involucionando hasta que llegó el final. Mi abuelo [C] fue atropellado a menos de 100 metros de su casa por una tía que hablaba por un móvil. El accidente en sí no fue el causante de su muerte, pero al fracturarse la tibia se le formó como consecuencia una embolia pulmonar por el contenido graso de la médula ósea que pasó al torrente sanguíneo. Mi abuela [C] murió en mi casa, porque arrastraba una angina de pecho prácticamente invalidante y derivó en una insuficiencia renal aguda y fulminante.
Los recuerdo a todos, a mi abuela con la ictericia, a mi abuelo con la sonda nasogástrica, a mi otro abuelo con la mascarilla de oxígeno y el borboteo sus pulmones y a mi abuela prácticamente comatosa en mi cama… Hoy en día la esperanza de vida ha aumentado, pero a costa de una peor calidad de vida en nuestros últimos años de vida. A veces echo de menos una ley para la eutanasia…