He vuelto a pensar en aquel día, cuando te conté aquello que guardaba celosamente. No sé si debí decírtelo o no, porque la serie de acontecimientos que acaecieron después de mis palabras pueden ser considerados como felices o tristes. Secuestraste a mis sueños de infancia desde aquella vez que te vi, mostrándote como una revelación camino de la playa. Yo, encaramado a mi timidez sólo miraba mientras tú no te fijabas en mí… ¿Quién se iba a fijar en mí? Incluso ahora, ¿quién lo hace? Años después apareciste tan cerca que te sentía incluso más lejos que aquella primera vez… Hasta aquel día.
Volví a pensar en él, me situé y la obra de teatro se reanudó en mi memoria. Días después te olvidarías de mí, bajo la excusa etílica, y harías lo que, desde entonces y hasta en estos instantes, consideras un error, el error que propiciaría mi caída desde el pedestal que había preparado para los dos. Desengáñate, jamás sentirás el fuego que ardía en mí bajo la piel de nadie. Fuiste un regalo caído desde algún lugar antes inalcanzable para mí, y estuviste entre mis manos lo suficiente para acariciarte y escapar entre mis dedos para perderte en la bruma.
Por siempre y ahora… Pienso en aquel día.