Es curioso cómo, al tener a alguien al lado, nos censuramos y no nos expresamos como querríamos hacerlo. Nos vemos impedidos, coaccionados a seguir una rectitud y una corrección que no nos es innata a la hora de comunicarnos con otras personas, sobretodo cuando se trata de transmitir sentimientos. Es más, si la otra persona tiene en conocimiento la presencia de alguien extraño también se siente intimidada por la situación y ve necesario el medir sus palabras para no poner en un aprieto al interlocutor.
Esto sucede en comunicaciones telefónicas, por ejemplo, cuando hay más personas en la misma habitación, y más comúnmente en la actualidad con los servicios de mensajería instantánea. Definitivamente, la privacidad es adecuada y necesaria, al menos en la mayoría de los caso en los que se intente realizar una transmisión de información, sobretodo de contenidos sentimentales.