Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi y todavía no puedo negar que siento algo por ti. Ayúdame a explorar el espacio que tenemos en medio, me tienes que contar más acerca de los sitios donde has estado. Ahora eres la esperanza de un momento maravilloso porque lo único que me queda es algo nimio. Ahora que estás frente a mí no me puedo resistir, la única cosa que tengo en mente es estar en tus labios. Esperando pacientemente, la paciencia me ha consumido. Ahora, ciego como estoy, espero lo que ha de suceder. Aliméntame física, mental y completamente con tu ser. Encuentro que me siento algo más profano contigo, porque cada cosa que haces, por pequeña que sea, es más profunda que el significado de nuestra existencia.
El poeta de la nieve
Sí, antes era distinto. Para poder conseguirla había que ser un tío importante, un tío que estuviese arriba, porque no era como ahora que te venden cualquier mierda en cualquier sitio, sólo la gente de arriba estaba al alcance. Yo era uno de esos enchaquetados, que nos gastábamos medio sueldo en los cuatro jodidos fines de semana del mes, sólo porque conseguir unos gramos era un triunfo y te hacía sentir en la puta cima del mundo, podías mirar al resto por encima del hombro porque en tu bolsillo estaba lo que ellos querían, pero no podían probar. Era la droga de los ricos, de los famosos, de los poderosos, de la gente de dinero, y no como esa mierda del caballo, la heroína, que se metían los desgraciados que no tenían dónde caerse muertos. La culpa es de ellos, esos yonkis se exponían a todas esas enfermedades, sólo porque eran unos gilipollas que no tenían otra cosa que hacer sino compartir las jeringuillas, putos enjacados.
Nosotros estábamos a otro nivel, éramos la élite, no teníamos problemas de contagios ni mierdas de esas, cada uno tenía su estuche, su set de viaje como solíamos decir. El mío era precioso, una carterita de cuero con detalles en plata blanca que contenía en su interior las herramientas que cuidaba como un cirujano puede cuidar las suyas: el espejito, la cuchilla con el soporte de plata y el cilindro del mismo material, todo limpiado con esmero. Yo nunca compartía mi set, hubiese estado mal visto que otra nariz que no fuese la mía usase mi cilindro. Lo único que podía compartir era la nieve, y sólo con amigos y gente de confianza. Si es que hasta nuestros eufemismos para referirnos a nuestra droga eran más bonitos que los que usaban esos jacosos arrabaleros. Lástima que todo eso se haya perdido, ahora todo es distinto, nada es como antes.
Ahora hasta los niñatos pueden comprar cocaína, pero es que no podrían diferenciar el polvo de talco de una buena dosis de calidad. Ya no existe el ritual que realizábamos ceremonialmente, ahora pican su dosis de mierda con un DNI o una tarjeta de crédito sobre un CD en el mejor de los casos, si no es que lo hacen sobre el jodido salpicadero del coche. Luego hacen un canuto con un puto billete de 10 €, el mismo billete que pude haber usado yo para comprar en la tienda de la esquina. ¿Dónde cojones han quedado las maneras? Ya no se disfruta del polvo de estrellas, ahora sólo hay rayas como las puede haber dibujadas en la carretera. Ya no están los nombres poéticos, ahora sólo hay pollos, farlopa o coca.
Ya sólo quedamos pocos tabiques de platino, los poetas como nosotros han sido desplazados por los encocados de barrio y me da pena. Las cosas ya no son como antes, y no volverán a serlo.
Ese momento para mí
Los días pasan rápido.
Me parece que no somos realmente libres.
Algunas cosas no deberían importar tanto
y algunas nunca deberían ser.
Pero un día me mirarás.
Tendremos momentos, dos o tres.
Mantenme cerca de donde corres para ocultarte,
nunca seré difícil de encontrar.
Tan sólo tómate tu tiempo
y guarda ese momento para mí.
Esperanza
La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre
Nietzsche
Qué le vamos a hacer
Me niego a despojarme de mis sentimientos, ellos son los que me hacen así y sería como negarme a mí mismo. Si me preocupo por ti, qué le vamos a hacer. Si quiero hablar contigo, qué le vamos a hacer. Si te echo de menos, qué le vamos a hacer. ¿Qué le vamos a hacer? Nada, seguiré siendo así y punto, ni puedo ni quiero omitir racionalmente esa parte de mí. Qué lástima…
¡Viva el sentido práctico de la vida! [y el sentimiento trágico también]
Pigmalión
Qué voy a hacer si me gusta la mitología. Hacía tiempo que tenía apuntado en mi libreta de escritos pendientes un nombre: Pigmalión. Como hoy atenaza el aburrimiento, me ha dado por buscar información acerca de este mito y he dado de rebote con el efecto Pigmalión. Me quedo con la moraleja del mito:
Mantengamos las más altas ilusiones en aquellos con quienes convivimos; si sinceramente creemos en sus posibilidades, las veremos cumplidas.