Por lo que se refería a los demás, a cuantos lo rodeaban, no dejaba de hacer constantemente los intentos más heroicos y serios para quererlos, para hacerles justicia, para no causarles daño, pues el «ama a tu prójimo» lo tenía tan hondamente inculcado como el odio a sí mismo. Y de este modo fue toda su vida una prueba de que sin amor de la propia persona es también imposible el amor al prójimo, de que el odio de uno mismo es exactamente igual, y en fin de cuentas, produce el mismo horrible aislamiento y la misma desesperación, que el egoísmo más rabioso.
Hermann Hesse. El lobo estepario