Algunas opciones simplemente están fuera de nuestro alcance, pero vale más tener un corazón roto que no tener corazón.
Me duele la cabeza de tanto pensar y recapacitar. Me duele el corazón de tanto latir y sentir. Me duelen los pies de tanto andar y saltar. Me duelen los dedos de tanto tocar y acariciar. Duele, luego existo.
¿Sabes cuando el corazón late de manera tan intensa que notas su fuerza en el pecho, golpeando furiosamente contra las paredes de su cárcel? ¿Sabes cuando te sientes tan lleno de energía que nada ni nadie podría hacerte descender al abismo? ¿Sabes cuando el árbol enraizado en tu interior que creías seco vuelve de nuevo a brotar? Si conoces esos momentos no los dejes pasar como las hojas que son arrastradas por el viento, disfrútalos siempre completamente. Cuando tu corazón se detenga en el hielo, cuando te sientas morir mientras caes de rodillas o cuando veas cómo tu savia se torna ámbar en tus venas, entonces recordarás todas esas sensaciones, que una vez estuviste vivo, y volverás a luchar para recuperarlas.