Siempre antes de ducharme me detengo un instante frente al espejo y dedico unos minutos a mirar lo que se refleja en él. No soy narcisista ni nada por el estilo, simplemente soy observador por diseño, nada más.
No puedo decir que me guste mi cuerpo, pecaría de vanidoso. Tampoco puedo decir que no me guste, eso sería mentir. Hay cosas que me gustaría cambiar, así como también hay cosas que preferiría que se mantuviesen como están. ¿Cómo llegar a un consenso?
Simplemente acepto mi anatomía tal y como es, lo cual no niega mi condición de inconformista, tan sólo reafirma el sentido pragmático con el que me tomo la vida. Solamente me preocupo por las cosas realmente importantes, el resto es tierra en el camino. Si algo no se puede cambiar, acéptalo tal y como es.
Nunca disfrutarás por completo de otro cuerpo si no aceptas el tuyo propio, es algo en lo que creo firmemente. La experiencia me ha dado la razón en ello, las inseguridades son taras que pasan factura en muchos aspectos de nuestra vida, desde la capacidad para hablar en público hasta una relación interpersonal.
Si no tienes seguridad en ti mismo, nunca sentirás esa seguridad en otra persona. No obstante, nadie nunca posee una absoluta confianza en sí mismo y si alguien dice lo contrario simplemente está mintiendo. Tan sólo se trata de minimizar las inseguridades.
Si quieres disfrutar de la vida conoce tus capacidades y confía en ellas.