Conciertos

La verdad es que últimamente en Tenerife se han venido realizando unos cuantos conciertos importantes. De todos ellos sólo puedo hablar de dos que he podido disfrutar, quizás por mi afinidad musical o por posibilidad de asistencia.

El 29 de agosto en Adeje tuvo lugar el concierto de Juan Luis Guerra en su gira La Travesía Tour. Desde un principio se notaba que la asistencia iba a ser multitudinaria, sobre todo por el tráfico que había en la autopista una vez llegados a la salida de Adeje. Decir que el aparcamiento era ya escaso a las siete de la tarde, y ya había mucha gente en el campo de fútbol. Cuando comenzó el espectáculo, a eso de las diez y media, el césped y las gradas ya estaban abarrotados de gente ansiosa por ver al artista. Todos mirábamos hacia el escenario cuando de pronto salió un tipo que, visto lo visto, era un telonero. Personalmente no le presté la mayor atención, y creo que la mayor parte de los allí congregados tampoco. Incluso llegué a oír gritos invitándole a abandonar el escenario.

Cuando al fin el personaje en cuestión desapareció, comenzó el espectáculo con una proyección en las pantallas gigantes de un avión que aterrizaba al ritmo de las congas de la canción «La Travesía», mientras se adivinaba la silueta de Juan Luis Guerra bajando por la escalinata para luego aparecer en el escenario y comenzar a cantar la canción. Todo el público se tornó entonces en una apoteosis de gritos, saltos y manos alzadas al ver al artista por fin.

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El resto del concierto continuó con sus grandes éxitos, canciones del último disco y alguna que otra pieza desconocida hasta entonces por mí. La calidad musical era indiscutible pero la conexión del artista con el público no pasaba más allá de una simple y llana interpretación de sus temas. Apenas hubo diálogo, no existió complicidad, simplemente llegó, cantó y se fue. La sensación general fue esa, un concierto muy corto y poco vibrante salvado únicamente por la fama de las canciones y la fuerza del público que las tarareaba.

Después del bis, parecía una broma de mal gusto que sólo hubiese durado una hora y media. Los gritos del público reclamando más parecieron no llegar a los oídos de Juan Luis Guerra o alguno de sus 4.40, y gran parte de los asistentes comenzaron entonces a silbar y gritar improperios al vacío del escenario, indignados debido a que el precio de la entrada no estaba a la altura de duración de la actuación.

Personalmente creo que ni la duración del concierto ni la empatía del artista estuvieron acordes al precio de la entrada, el desplazamiento hasta el campo de fútbol, precios de las consumiciones dentro del recinto…

Sin embargo, el concierto de Gloria Estefan de ayer viernes, 19 de septiembre, fue bastante diferente. Sobra decir que el C.I.A.T. es mucho más amplio que el campo de fútbol de Adeje, sólo las gradas son enormes aunque el campo de césped tenga las mismas dimensiones. Había aparcamiento de sobra en los alrededores, de hecho nuestro coche estaba a escasos trescientos metros de la entrada de la zona de césped.

Gloria Estefan surgió en el escenario detrás de unos telones blancos enormes y, como suele suceder con estos artistas, el público siempre responde de igual manera cuando aparecen en escena. Desde un principio se supo ganar al público, haciéndolo partícipe de sus canciones, tanto de las más movidas como de las más lentas.

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La artista dio muchas muestras de complicidad con el público, sobre todo cuando nombro a la gran Celia Cruz, tan querida aquí en Tenerife, y recordó las palabras que ella le había dicho en una ocasión haciendo referencia «al calor del público tinerfeño». Tomó en sus manos una bandera de Cuba que lanzaron desde el público, pero la nota más curiosa es cuando recogió una bandera canaria con siete estrellas verdes en ella y la intentó colgar en el escenario usando los pies de la batería para tal fin. Sin embargo, no fue lo único que recogió del público que se volcó con ella, también algunos objetos que le lanzaban haciendo referencia a la canción que estuviese cantando en ese instante.

A mitad de la actuación hubo un cambio radical de estilo cuando presentó a su hija Emily, que se colgó una guitarra eléctrica y comenzó a tocar los primeros acordes de «School’s Out» de Alice Cooper como guitarra solista, acompañada del resto de la banda. Al terminar la canción, corrió hasta la batería y siguió mostrando sus dotes musicales acompañando a las guitarras eléctricas con virtuosidad.

Después del intermedio roquero, Gloria Estefan continuó deleitando con sus canciones e interacción con el público. Después del primer bis el público seguía solicitando más de la artista, tanto que ya en el cuarto bis confesó que ya no tenía nada más para cantar. Fue entonces cuando tomó una guitarra, se sentó en un taburete y confesó sentir predilección por una canción que había aprendido de niña que resultó ser «La rosa y el ruiseñor» de Joselito. No quedó ahí, porque el público comenzó a solicitarle a gritos «Santo, Santo» y ella tuvo que disculparse porque su orquesta no había tocado esa canción nunca. Sin embargo, comenzó a cantar «a capella» y, ofreciéndole el micrófono al público, dejó que éste cantase los versos de la canción.

Cuando terminó el concierto, después de dos horas y media, esta vez la sesación sí fue de satisfacción. Lástima que este sea el último concierto de Gloria Estefan.

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