Sí, antes era distinto. Para poder conseguirla había que ser un tío importante, un tío que estuviese arriba, porque no era como ahora que te venden cualquier mierda en cualquier sitio, sólo la gente de arriba estaba al alcance. Yo era uno de esos enchaquetados, que nos gastábamos medio sueldo en los cuatro jodidos fines de semana del mes, sólo porque conseguir unos gramos era un triunfo y te hacía sentir en la puta cima del mundo, podías mirar al resto por encima del hombro porque en tu bolsillo estaba lo que ellos querían, pero no podían probar. Era la droga de los ricos, de los famosos, de los poderosos, de la gente de dinero, y no como esa mierda del caballo, la heroína, que se metían los desgraciados que no tenían dónde caerse muertos. La culpa es de ellos, esos yonkis se exponían a todas esas enfermedades, sólo porque eran unos gilipollas que no tenían otra cosa que hacer sino compartir las jeringuillas, putos enjacados.
Nosotros estábamos a otro nivel, éramos la élite, no teníamos problemas de contagios ni mierdas de esas, cada uno tenía su estuche, su set de viaje como solíamos decir. El mío era precioso, una carterita de cuero con detalles en plata blanca que contenía en su interior las herramientas que cuidaba como un cirujano puede cuidar las suyas: el espejito, la cuchilla con el soporte de plata y el cilindro del mismo material, todo limpiado con esmero. Yo nunca compartía mi set, hubiese estado mal visto que otra nariz que no fuese la mía usase mi cilindro. Lo único que podía compartir era la nieve, y sólo con amigos y gente de confianza. Si es que hasta nuestros eufemismos para referirnos a nuestra droga eran más bonitos que los que usaban esos jacosos arrabaleros. Lástima que todo eso se haya perdido, ahora todo es distinto, nada es como antes.
Ahora hasta los niñatos pueden comprar cocaína, pero es que no podrían diferenciar el polvo de talco de una buena dosis de calidad. Ya no existe el ritual que realizábamos ceremonialmente, ahora pican su dosis de mierda con un DNI o una tarjeta de crédito sobre un CD en el mejor de los casos, si no es que lo hacen sobre el jodido salpicadero del coche. Luego hacen un canuto con un puto billete de 10 €, el mismo billete que pude haber usado yo para comprar en la tienda de la esquina. ¿Dónde cojones han quedado las maneras? Ya no se disfruta del polvo de estrellas, ahora sólo hay rayas como las puede haber dibujadas en la carretera. Ya no están los nombres poéticos, ahora sólo hay pollos, farlopa o coca.
Ya sólo quedamos pocos tabiques de platino, los poetas como nosotros han sido desplazados por los encocados de barrio y me da pena. Las cosas ya no son como antes, y no volverán a serlo.