Históricamente se han enfrentado estos dos conceptos como si uno fuese el opuesto del otro, pero no es así.
Lo contrario al amor es la indiferencia.
El odio implica que todavía queda algo, un sentimiento hacia esa otra persona, mientras que la indiferencia es su ausencia. Por eso, aunque te odien, debes seguir luchando, porque has de saber que aún no se ha perdido todo.
Bueno, resulta que iba a escribir un post el viernes acerca de un truño de película, Bloodrayne, basada en el videojuego del mismo nombre y que es un insulto al mismo. La actriz que hace de Rayne es la misma que sale en Terminator 3 y hace de cyborg malo, una moza de muy buen ver.
Para ser justos, he de decir que la mejor parte de la película es la escena de sexo gratuito que no viene a cuento entre la protagonista y otro tío de la sociedad Brimstone. Los efectos especiales son de niño pequeño, y se nota que no tuvieron ningún asesor a la hora de realizarlos ya que cuando le rajan el abdomen a un fulano la sangre en lugar de salir de la herida sale de la esquina inferior opuesta al sujeto, hacia la herida. Ríete tu de las base anatomofisiológicas.
Como iba diciendo, no pude publicarlo porque no lo guardé, me fui de mi casa y a mi hermana no se le ocurrió una idea mejor que apagar el ordenador. Esa tarde había quedado con [J] y con [E] para ir a comprar los regalos de cumpleaños para [A]. Se le envió un SMS para proponerle salir a las Teresitas por la noche para celebrar la noche de San Juan y de paso darle «unas cosillas» pero lo que obtuvimos por respuesta nos desmotivó a la hora de comprarle los regalos. No tenía ganas de salir [a ver quién se cree eso en una noche de San Juan que cae un viernes], pero que si queríamos iba a estar toda la tarde en su casa.
Vale, no salgo con ustedes [porque seguro que ya tengo planes] y te digo que no tengo ganas [porque si les digo que tengo planes a lo mejor se mosquean y me regalan menos], pero si me quieren dar algo [a lo que no estoy dispuesta a renunciar] se pueden pasar por mi casa que estaré esperándoles a ustedes y a los regalos.
Pues no, quedaste peor así que diciéndolo directamente. Vale, pensarán que son paranoias nuestras, que es verdad que no tenía ganas… Y una mierda. Al final le regalamos un bote de perfume Escada [edición de verano, al cual soy adicto y lo confieso abiertamente] y una caja de bombones Chaps Elysées [no la grande tamaño familiar, la mediana].
Cuando fuimos a su casa, sorpresa sorpresa. Nos recibe su amiga con ropa veraniega, como para ir a la playa, y luego sale la susodicha con la misma indumentaria que deja entrever un bikini debajo de su ropa. Vale, vale, vale.
No tenía ganas de salir pero es que al final me convencieron y tal y cual. Anda, vénganse al Puerto de la Cruz, ¿sí?
Ni de coña, niña, te vas tú y tu amiga y el pibe ese que acaba de salir de tu cuarto, ustedes tres a hacer lo que les dé la gana, pero nosotros ya tenemos decidido ir a Las Teresas y de ahí no nos movemos porque lo digas tú. Por cierto, me tenían que dar un regalo de mi cumpleaños [porque en dos semanas no podías haber quedado conmigo] y me regalan una cajita de bombones Sorini [de esos rellenos de bolitas crujientes que me encantan] y una camiseta que reza:
Es que ella nunca ha negado que le gustaría tener algo más que besos amistosos conmigo y cuando vi la camiseta [lo siento, pero fue casi instantáneo] le tuve que preguntar si iba con segundas a lo que ella contestó que sí. Así, tal cual, delante de todos lo que estaban allí. Pues nada, no me asusta en absoluto ese tipo de confesiones abiertas, más bien me gusta que las hagan porque así no se da pie a malentendidos.
Con mucha prisa nos fuimos a cambiar para irnos a las Teresas antes de que llegase la avalancha de gente a la playa, pero a las nueve menos algo ya había cola para entrar a los aparcamientos, así que decidimos dejar el coche en el pueblo, cerca de la casa de [R], más concretamente en el terreno donde suele dejar el coche aprovechando que ella se iba al Vai Moana. Dos kilómetros después llegamos a la playa y preparamos el campamento, con las velas que me había dejado mi hermana dentro de unas garrafas de agua mineral a modo de farolillos improvisados.
Llevamos una nevera con nueve [9] litronas de Dorada, papas fritas y seis [6] vikingos de pollo que pillamos por el camino. Una cosa, yo no sabía que los vikingos eran de pan de sandwich, vaya estafada más grande… Y yo pensando que eran como los pepitos, con pan de toda la vida.
También llevábamos las sobras de una botella de Johnny Walker y ron Areucas Oro, acompañados del correspondiente refresco de cola común a ambos. La noche fue anodina en realidad, pero no nos lo pasamos mal en absoluto. Secuestramos [con consentimiento de sus dueñas] unas raquetas de playa y me pasé cerca de dos horas haciendo un poco de ejercicio, dejándome como secuela unas agujetas en los músculos pelvitrocantéreos derechos [léase masa muscular de la nalga derecha].
El sábado me lo pasé prácticamente durmiendo hasta las doce de la mañana [gracias a mi vecino de abajo y su puta música], y viendo la tele y alguna que otra película. Por la tarde fui al Freestyle de motos que había en el Heliodoro Rodríguez López. No, no pagué los 25 € que costaba la entrada, fui invitado gracias a las entradas que le habían dado a [J] en la empresa.
Al principio estuvo bien, con saltos espectaculares, pero luego se fue repitiendo una y otra vez, además que el fulano que hablaba era un cansino y la música era machacona. Acabé con dolor de cabeza, cerca de la 1 de la mañana y con hambre. Entonces decidimos ir al bar turco del Cuadrilátero a cenar y luego a dar una vuelta. Bueno, la cena fue bien, pero se nota que los universitarios están en época de exámenes porque La Laguna estaba más muerta de lo normal. Total, a las 3 ya estábamos en casa y durmiendo.
El domingo, simplemente descansando y viendo alguna que otra peli…