A partir del suceso del otro día he decidido crear una mini-serie de varios capítulos sobre el tema del suicidio. «Vaya tema más macabro te has buscado» pensarán algunos, pero creo que no hay que omitir lo que es realidad, sería un ejercicio de hipocresía.
¿Dónde coño está la bala? Seguro que todo el mundo que haya leído la historia se estará preguntando eso, y los médicos de Urgencias del Hospital también se lo preguntaron. Cuando examinaron la herida se dieron cuenta que no había orificicio de entrada ni de salida, simplemente la bala pasó tangencialmente transversalmente por debajo de la mandíbula rajando la piel y la carne como un bisturí con la hoja caliente y sin afilar, dejando como resultado una herida con una forma feísima y unos bordes irregulares y quemados. El músculo geniohioideo [el encargado de abrir la boca] estaba inservible y el resto de músculos estaban bastante afectados.
Ningún médico, en los años de preparación para la carrera, había visto algo tan horrendo. Las prácticas con cadáveres, el pestazo a formol [formaldehído, aldehído fórmico + alcohol metílico], no tenían nada que ver con esto. Aquel hombre estaba vivo y tenía el cuello abierto. Aquello era tarea para el cirujano, a ver qué podía hacer con él. No sé cómo habrá quedado después de la operación, pero tengo constancia de que está en la UVI, monitorizado y atado a la cama para evitar nuevas tentativas de autolisis [suicicio en argot médico].
Ahora que lo pienso, no sé si en España está penado el intento de suicidio con algún tipo de sanción… Bueno, a todas estas, ¿encontraron la bala o no? Pues sí, los policías que se presentaron en la casa del sujeto encontraron un charco de sangre en el suelo, un cuadro con un poster agujereado de la Virgen de Candelaria y un projectil incrustado en la pared.