Relato acerca de unos pechos. Creo que no llega a ser erótico, pero por si las moscas le pongo el tag.
Sus pechos no eran grandes y tampoco me gustaba su forma, pero yo no se lo decía; ¿qué me hubiese dicho ella? A ninguna mujer le gustaría que le dijese que tiene unos pechos feos bajo mi subjetivo punto de vista. Ahora mismo no recuerdo si me pidió alguna vez mi opinión acerca de ellos, pero nunca le hubiese dicho la verdad aunque tampoco le hubiese dicho una mentira. Hubiese optado por una respuesta tangencial, intentando no contarle mis verdaderos pensamientos.
Tenían un tacto extraño, no eran turgentes ni tenían la piel tersa como otros, más bien parecía que se dejaban vencer por la gravedad con demasiada facilidad, como si estuviesen cansados de sí mismos o de su anfitriona. No era el peso lo que les confería esa forma, era algo inherente en ellos, porque no eran redondos sino más bien alargados y estrechos, como un queso de tetilla en posición vertical y algo derretido. Parecía como si fuesen veinte años mayores respecto a la edad de su propietaria.
Cuando los agarraba no eran mis manos las que se adaptaban a ellos, más bien eran mis dedos los escultores que les daban forma. Puedo afirmar con total sinceridad que no me gustaban. Cuando estaba vestida parecían más bellos de lo que eran en realidad, y me hacía sentir como un niño que mira con asombro la forma que tiene su regalo de Navidad, imaginándose el contenido, para luego desilusionarse al comprobar la verdad oculta bajo capas de papel y relleno.
Antes de verla en su desnudez me comentó una vez que querría tener unos pechos mayores. Le miré directamente al escote y le contesté que no hacía falta, que así estaba muy bien. Ese día llevaba una camiseta muy ajustada y apretada…