Siento que tengo algún tipo de enfermedad dentro de mí, en mi mente, en mi alma. Veo tu cuerpo, tus formas, y no siento lo mismo que sentí aquella vez. Cierto matiz de indiferencia se respira en el aire, pero no sé si son alucinaciones o realmente está ahí, asfixiando todo lo que me importa… O tal vez en pretérito, no lo sé.
No quiero perderte, pero para ello tengo que perder otras cosas. No pensé que tuviese que renunciar a nada para estar contigo, que no me obligarías a hacerlo. No he dejado a mis amigos, no he dejado a mi familia, tampoco las cosas que me gustan, tampoco a los conocidos… Nunca llueve a gusto de todos, no se puede mantener contento a todo el mundo, siempre lo he dicho pero como otras muchas veces no acabo de aplicármelo.
No merecen mi preocupación los que no me importan, así como tampoco me importa lo que digan. Al fin y al cabo, sólo los más allegados tienen el poder y la maldición de hacerme daño. Sólo a los que he permitido ese honor, sólo a ellos les aprecio. Siempre ocurre lo mismo, el dilema del erizo, mientras más te acercas más daño haces. ¿Y qué hago yo?
Mis niveles de serotonina se han estabilizado, al fin, y con la cabeza fría pienso muchas cosas. ¿Qué he hecho en este tiempo? Hemos pasado buenos y malos momentos, pero no quiero que acaben ahí, sólo que tal vez de una manera más serena. ¿Serás capaz de entenderlo? Sabes que si tengo que renunciar a ti prefiero que sea definitivo, porque es preferible sufrir un tiempo finito que poco a poco cada día, mientras te veo y no te puedo tocar, recordando tiempos pasados.
Estoy cansado y no sé de qué, tengo el cuerpo cansado, tengo la mente cansada, tengo el alma cansada. Son muchas cosas que se juntan, e individualmente no son pesadas, pero todas juntas son una carga importante… Ayúdame en mi tarea, por favor. ¿Dónde estás, conciencia?