Hablo contigo y me entiendes, eres amiga, compañera, mucho más. Hoy hablamos, hace tiempo que no me escudriñas. Deberías hacerlo más a menudo, pues aunque nos miremos, riamos, hablemos, callemos… Hay más cosas que no conoces de mí. Siempre te gustó hablar, muchas veces más de la cuenta, otras veces menos de lo que hubiese querido. Este tiempo contigo… ¡Qué gratos momentos hemos pasado! Cuánto hemos compartido, cuánto hemos callado, cuánto hemos hecho, cuánto nos queda por hacer… No quiero pensar en pretérito, quiero soñar que no acaba esto aquí. Nos queda viajar, ir lejos de aquí, huir de nuestros fantasmas, aunque siempre quedará algo o alguien que nos retenga. Sin ti no me voy, se me hace muy difícil irme solo.
Leerás esto sin saber que es para ti, o tal vez imaginarás que lo es pero no lo es… ¿Para quién escribo? En realidad escribo para mí, intentando imponer un orden ficticio en mi caos interior. Demasiada entropía para ver cumplida esta misión, aunque realmente no lo quiero hacer, pues si he vivido tantos años con este desorden no me acostumbraría a vivir sin él. Ésto tan sólo es un guión, para que el viajero incauto que intente penetrar en mí no se vea arrastrado por mis remolinos internos.
Sí, he de confesarlo, me has pegado tu afán por escribir. Tú en papel, no en un medio menos tangible pero no por ello real. ¿Por qué escribes en papel? Quieres sentir, quieres tocar tus pensamientos… Yo no puedo, quiero que sigan igual de etéreos como están ahora. Es cierto, me pasa lo que me pasa por no tenerlos guardados, pero qué le vamos a hacer. ¿Soportas las cosas que digo? Ya sabes que digo lo que pienso, y también sabes que callo bastante a menudo. En silencio escucho todas esas cosas que me cuentas, a veces te respondo en silencio con mi cara que es un poema, un mapa de lo que pienso. Sabes interpretarme sin necesidad de leyendas, me gusta eso de ti.
Me has leído, me has hablado, me has bebido, me has besado, me has abrazado, me has conocido…