Los pasaportes con RFID empezarán a funcionar a primeros de año en EE.UU. y, probablemente, se tratará también del primer chip espía que los españoles padeceremos en nuestras propias carnes (es decir, en nuestras privacidades).
Si hay que meter los datos personales en un chip se meten, pero Âÿpor qué hacerlo precisamente en un chip que puede ser leido por cualquiera y a distancia? ÂÿPor qué no en un documento similar a cualquier tarjeta inteligente, que requiera contacto y sólo pueda ser leído por el funcionario de aduanas? En definitiva: Âÿpor qué correr riesgos adicionales?. Schneier lo dejó muy claro hace muy pocos días: interesa controlar esos datos sin que el portador lo sepa; es decir: interesa espiarnos…
Pues bien; hoy sabemos más detalles. En los 64Kb de memoria del dichoso chip irán grabados nada menos que los siguientes datos: nombre, dirección, fecha y lugar de nacimiento, y fotografía digital del portador. Y todo ello -además- sin cifrar, para no tener que compartir con terceros países algoritmos ni claves.
En definitiva: a partir de 2005, cualquiera que disponga de un lector RFID común y corriente (por otro lado, cada día más comunes, más pequeños y más baratos), podrá identificarnos entre una multitud desde unos cuantos metros de distancia. Lógicamente, esto es aplicable tanto a lectores ocultos, estratégicamente situados por organismos gubernamentales en determinados puntos, como por cualquier tipo de delincuente, pasando por los hoteles y restaurantes que visitemos, etc, etc…
No se llamen pues a engaño: a partir del año que viene nos convertiremos (por imposición de los EE.UU., asumida con la habitual sumisión por todos los países cuyos ciudadanos no requieran visado), en emisores pasivos de nuestra información más personal en todos nuestros desplazamientos al extranjero (y no sólo a los EE.UU).
Hasta ahora, ese tipo de identificación sólo se exigía a nuestras mascotas. Juzquen ustedes mismos los curiosos derroteros que está adoptando la evolución de la especie humana.