Uno de los mayores logros que esperaba conseguir era volver a hablar [sin acritud] con [R]. El fin de semana pasado la vi en las terrazas, y estoy seguro de que ella también me vio aunque lo niegue. Lo importante es que hemos hablado durante bastante tiempo, al principio con un cierto aire de mal rollo, pero luego se ha suavizado más la cosa. Otro nombre más tachado en mi lista personal de rencores. Ya sólo quedan [R] y [M].
Ostentosos del mundo
A veces me dan ganas de arrancarle las entrañas a todas esas personas que hacen gala de una ostentosa cualidad para soltar gilipolleces. ¿A ti no? Lo que pasa es que siento una fascinación masoquista por comprobar cuán sorprendente es la capacidad de los humanos para superarse a sí mismos, tanto en lo sublime como en lo escatológico.
Son todos esos ineptos sociales los que me provocan acidez de estómago, los que me gustaría dejar de oír, ver o hablar, pero a la vez estoy enganchado a sus muestras gratuitas de creatividad. Soy un enganchado a la estúpida condición humana de tener que joderlo todo sistemáticamente, sin excepción alguna. Y lo mejor de esta tragicomedia es que yo también formo parte de esta absurda red, de esta viña [en la que tiene que haber de todo, incluso uvas].
Soy fiel seguidor de la tercera ley de Newton, creo en la acción y reacción, porque nunca me ha fallado. Siempre que muevo el tablero, las fichas que hay en él se desplazan. Lo curioso es ver cómo se mueven y hacia qué dirección toma cada una de ellas. Unas me sorprenden, otras confirman mis expectativas y el resto simplemente me provoca acidez.
Voy a mover el tablero de nuevo a ver qué sucede esta vez…
Lista de rencores
Ayer decidí entrar en mi antigua cuenta de MSN por ver quién estaba conectado y allí estaba [S]. Inexplicablemente me dio por mandarle un trocito de texto sólo por ver si conseguía una contestación más o menos coherente y sin acritud. Me sorprendió, he de confesarlo, porque después de casi cuatro años no nos habíamos vuelto a dirigir la palabra, todo porque las últimas veces fueron discusiones bastante fuertes. «Ya hablamos» fue lo último que nos dijimos, pero yo me quedo con la sensación final de haberme quitado un peso de encima y haber tachado un nombre de mi lista personal de rencores. Ya sólo quedan tres más: [R], [R] y [M].
Enemigos naturales por causas artificiales
¿Cuántas veces discutimos con alguien y no volvemos a hablar con esa persona durante mucho tiempo? A menudo ocurre que las causas de la discusión se desvirtúan y ya no recuerdo por qué existe una enemistad, pero como el hombre es un animal con alta capacidad de adaptabilidad pues nos acostumbramos a este mutismo declarado. Otras veces simplemente existe el temor de volver a reavivar la situación y es por eso que preferimos dejarlo como está, cada uno en su trinchera particular. El rencor es el último elemento para añadir a la ecuación, gracias al cual la reconciliación será inviable por una o ambas partes. La verdad es que todo esto es un rollo…
Ropa de cama
Desvaríos y tonterías en un ataque de incontinencia verbal. La culpa de todo la tuvo aquella noche indeterminada de bares y efectos etílicos.
Deberías cambiar las sábanas periódicamente, y a poder ser cada semana. ¿Por qué? Principalmente porque si llevas hasta tu cama compañía de vez en cuando se darán cuenta que esos dibujitos de Winnie the Pooh [o Mickey Mouse y sus amigos o florecillas azules o cualquier otro estampado] son sospechosamente parecidos a los que hace una semana les resultaban extrañamente similares a los de la semana pasada, que casualmente son iguales a los de aquel día de la semana anterior [vamos, un bucle que se remonta hasta hace dos meses o así]. A esas alturas ya debe de estar pensando cosas no muy agradables sobre tu conducta higiénica, pero da igual, la erección que comienza a sufrir le está secuestrando parte del riego sanguíneo y la zona del cerebro encargada de ese pensamiento decide dejar de funcionar para intentar sobrevivir con el oxígeno que le ofrece la poca sangre que le llega.
Lo que ya me parece absolutamente surrealista es que se reúnan un grupo de personas en un bar con cervezas en las manos y brindando por que uno de ellos quiera [censurado] contigo pero con la novedad de unas sábanas nuevas. ¿Te das cuenta? Sanidad podría precintar tu cama como lugar biopeligroso, zona de riesgo de contaminación por quién sabe qué clase de microorganismos [o macroorganismos].
¿Te acuerdas de la película Estallido, aquella en la que había una amenaza por el virus del ébola [la imagen de arriba]? Pues imagínate a una unidad de esterilización de ese tipo irrumpiendo en tu casa, fumigando con la esperanza de desinfectar TODO, y cuando digo «todo» también me refiero a tus orificios corporales. Y da gracias por que no hayan optado por la limpieza con fuego, es más efectiva pero tiene el inconvenente de tener que dar muchas explicaciones a la comunidad de vecinos.
Desde luego, hay que ver la que se monta por una mala costumbre, y es que parece una tontería sin más pero es que no te puedes ni imaginar la cantidad de «bichitos» que tenemos en nuestra piel o nuestro vello corporal y dejamos abandonados en los tejidos. Si a eso le añadimos todos los que viven en los colchones y que pasan a las sábanas, todo esto aderezado con un poco de sudor y demás fluidos corporales pues ya te puedes imaginar el botellón que se montan los cabrones. Luego vienen las enfermedades de la piel, de los ojos, oídos u otras zonas húmedas del cuerpo. Si es que son unos pequeños hijos de puta…
Argh…
Y pensar que yo estuve ahí… Antes de avergonzaba pero es que ahora me dan arcadas, sólo con imaginar los que han pasado por ahí antes y después que yo. No sé en qué demonios estaba pensando, es más, no sé si pensaba en aquellos momentos. Como diría Vicente Aro con esa voz de whiskero fumador, «¡Qué bonito! ¡Qué assssco!«.