Debajo de las capas de pintura está la verdad.
La parte buena de las cosas malas es que una vez han pasado te sirven para aprender de ellas.
Lo bueno de la verdad es que no deja espacio para nada más, es así tanto si te gusta como si no.
El arte de colorear los pensamientos
En el mismo parque donde había encontrado en el otoño a Alfons Beck, vi al comenzar la primavera, precisamente cuando los matorrales empezaban a ponerse verdes, a una muchacha que me llamó la atención. Yo había salido a pasear solo, lleno de pensamientos y preocupaciones desagradables porque mi salud estaba debilitada y además me encontraba constantemente en apuros económicos: debía ciertas cantidades a mis compañeros, tenía que inventar gastos necesarios para que me mandaran algo de casa, y había dejado acumular en varias tiendas cuentas de cigarros y cosas por el estilo. No es que estas preocupaciones fueran muy profundas; cuando mi estancia en el colegio tocara a su fin y yo me suicidara o fuera encerrado en un correccional, pensaba, todas estas minucias tampoco tendrían ya mucha importancia. Sin embargo, vivía constantemente cara a cara con estas cosas tan feas y sufría. Aquel día de primavera encontré en el parque a una muchacha que me atrajo mucho. Era alta y delgada, iba vestida elegantemente y tenía un rostro inteligente, casi de muchacho. Me gustó en seguida. Pertenecía al tipo de mujer que yo admiraba y empezó a ocupar mi fantasía. No sería mucho mayor que yo, pero estaba más hecha; era elegante y bien definida, casi ya una mujer, y tenía un aire de gracia y juventud en el rostro que me cautivó.
Nunca había conseguido acercarme a una chica de la que estuviera enamorado, y tampoco esta vez lo conseguí. Pero la impresión que me hizo fue más profunda que todas las anteriores y la influencia de este enamoramiento sobre mi vida fue decisiva.
De pronto volvió a alzarse ante mis ojos una imagen sublime y venerada. ¡Ah! ¡Ninguna necesidad, ningún deseo en mí tan profundo y fuerte como el de venerar y adorar! Le puse el nombre de Beatrice, nombre que conocía, sin haber leído a Dante, por una pintura inglesa cuya reproducción guardaba: una figura femenina, prerrafaelista, de esbeltos y largos miembros, cabeza fina y alargada y manos y rasgos espiritualizados. Mi joven y bella muchacha no se le parecía del todo, aunque tenía esa esbeltez un poco masculina que tanto me gustaba y algo de la espiritualidad del rostro.
Nunca crucé con Beatrice ni una palabra. Sin embargo, ejerció en aquella época una influencia profundísima sobre mí. Colocó ante mí su imagen, me abrió un santuario, me convirtió en un devoto que reza en un templo. De la noche a la mañana dejé de participar en las juergas y correrías nocturnas. De nuevo podía estar solo. Recobré el gusto por la lectura, por los largos paseos.
Esta súbita conversión me hizo blanco de todas las burlas. Pero ahora tenía algo que querer y venerar; tenía otra vez un ideal, la vida volvía a rebosar de intuiciones y misteriosos presagios; y aquello me inmunizaba. Volvía a encontrarme a mí mismo, aunque como esclavo y servidor de una imagen venerada.
Hermann Hesse. Demian
Para mí los pies son una parte importantísima de nuestra anatomía, sobre todo teniendo en cuenta que somos animales bípedos y toda nuestra biomecánica se sostiene en estos dos puntos de apoyo. Cualquier problema a nivel podal tiene repercusiones inimaginables en el resto de la estructura corporal que se encuentra por encima, vamos, prácticamente todo el cuerpo. Creo que a veces no les prestamos suficiente atención a nuestros pies, los maltratamos, los hacemos sufrir, de manera intencionada o no, por cuestiones prácticas o bien estéticas.
Al caso, ¿qué clase de pie tienes tú? Existen tres tipos «puros» de pie:
No sé por qué, pero los pies griegos no me gustan demasiado para las chicas, quizás porque siempre se ha dicho que tener el segundo dedo más largo que el primero es señal de una personalidad fuerte. Según mi experiencia, no conozco a ninguna chica con pie griego que no cumpla con esta teoría, así que algo tiene que haber de cierto en ella.
Perdón por no hablar de esto antes, y no es porque me diese vergüenza, sino es que soy un vago y cuando tengo algo pendiente de escribir no me dan tantas ganas de terminarlo. Prefiero escribir lo que tengo en el momento en la mente a dedicarme a un tema pendiente.
Al caso, este año hicimos el Amigo Invisible en el trabajo y tengo que hablar del regalo que me tocó: pinturas corporales de colores y sabores. No sé por qué no se me había ocurrido antes la idea de que estas cosas existían, pero cuando abrí el regalo me quedé absolutamente impresionado, ¡qué originalidad de detalle!
Lo único malo de este regalo es que justamente llega a mis manos cuando ya no tengo un lienzo femenino sobre el que dibujar. En serio que tengo la espinita clavada por eso, pero según leo en la caja, tengo hasta marzo de 2008 para consumirlas preferentemente. ¡Aún sigo esperando por alguna candidata!
A míÂí siempre me han gustado los comics y los dibujos, aquíÂí hay un par de ellos hechos por míÂí
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