Slagsmålsklubben son un grupo sueco de música electrónica cuyo nombre significa literalmente «el club de la lucha». El vídeo está inspirado en el de Röyksopp pero, en este caso, sí que me gusta la canción.
Una vez más, la versión en alta definición está disponible en la correspondiente página de Vimeo.
La primera vez que escuché a Carmen París fue gracias a esta versión del clásico de Joaquín Sabina, hace ya bastante tiempo. Pues hoy ha sido la primera vez que he visto una fotografía suya y he de decir que no encajaba con la imagen especulativa que tenía en mi mente. Se la ve bastante alternativa, hasta es posible que me la haya podido cruzar alguna vez por fuera del Haring, del Blues Bar o del O’Clock y yo sin darme cuenta.
Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Cada día que voy a trabajar me gusta ir en el coche con música. Recuerdo un día que hablando con el padre de un amigo sobre la música del coche me dijo que cualquier música era válida para llevar en el coche, desde clásica hasta jazz. No sé por qué no se me había encendido antes la bombilla, así que lo que hice a los pocos días fue poner un CD de Five Corners Quintet en el coche. Resulta curioso conducir mientras estás escuchando jazz, pero luego te acostumbras y al final acabas con un disco de João Gilberto cantando los clásicos de la Música Popular Brasileña [hasta aprendes algo de portugués-brasileño].
Sin embargo, a veces me gusta escuchar la radio. Por ejemplo, cuando voy al Puerto de la Cruz pongo la COPE sólo por oír gilipolleces. Otras veces pongo Radio San Borondón para oír cómo ponen a parir a los corruptos que nos dirigen. En algunas ocasiones también pongo Radio El Día para enterarme de los titulares de los periódicos. También pongo Máxima FM para que mis oídos sufran con el nivel de inglés de los locutores o bien pasar el tiempo sacando los samples de las canciones.
Y, como es normal en mí, pues hoy voy a hablar de samples, versiones y demás muestras de la creatividad actual. Empezamos con Rihanna y su Don’t Stop the Music.
La primera vez que la escuché pensé que ese sample de fondo que repetía una y otra vez «mama-se mama-sa mama-kosa» era de alguna otra canción que conocía. No se me quitaba de la cabeza la idea de que conocía la original, que incluso la tenía en mi biblioteca musical personal [léase disco duro], pero bueno, no le puse demasiada importancia. Una tarde, escuchando música como siempre, apareció en mi foobar2000 de repente una melodía familiar cuya parte final era ese verso repetido hasta la saciedad.
Efectivamente, Wanna Be Startin’ Somethin’, un éxito de Michael Jackson cuando aún era medio negro. Pero no quedaba la cosa ahí, porque escuchando la canción del colega se volvió a activar ese mecanismo que para bien o para mal tengo en la cabeza, localizado preferiblemente en el lóbulo temporal y con conexiones directas con el hipocampo. Había otra canción, de autor y título indeterminados, que era el verdadero origen de esa salmodia repetitiva y pegadiza. Y una vez más, tiempo después, volvió a aparecer por mi foobar2000 una melodía conocida.
Era Reggae Makossa, de Manu Dibango, pero de nuevo volvió a activarse el detector que tengo en la cabeza y, como estaba ya impresionado con la cadena de versiones que llevaba la dichosa canción ya sí que tuve que buscar en wikipedia para llegar al origen de todo.
Al fin di con la primigenia canción original, Soul Makossa de Manu Dibango. Menudo trabajo de investigación.
Pero ahí no queda la cosa, porque también tenía una canción que me traía de cabeza desde la primera vez que la escuché.
Esta vez no es que me resultara conocida, es que me siempre me ha gustado la música irlandesa y celta en general. Paddy’s Revenge, de Steve Mac, tenía toda la pinta de ser una versión de alguna canción irlandesa y quería saber cuál era la original para escucharla fuera del remix. Cuál sería mi sorpresa cuando di con la original y pude comprobar que no tenía nada que ver con lo que había pensado.
Music for a Found Harmonium, de Penguin Cafe Orchestra, un título bastante original si se tiene en cuenta que lo que suena es un armonio y que fue compuesta con uno que fue encontrado abandonado en una calle de Kyoto. Sinceramente, me decepcionó la original, quizás porque esperaba encontrar otra cosa.
Y por último, esa canción que tanto que se ha dado a conocer, sobre todo con la publicidad de Adidas.
Obviando el hecho de que tenía esta canción en mi disco duro meses antes de que saltase a la fama, la primera vez que escuché Beggin’ de Madcon supe que no era original, esos violines y ese piano no podían ser producto de una composición actual. No tuve que buscar demasiado para hallar la respuesta.
The Four Seasons, con Frankie Valli al frente, lanzaron su single Beggin’ allá por 1965. Un par de años después Madcon hace una copia casi exacta de la misma canción, aunque personalmente prefiero la original.
Como ya dije una vez, hoy en día la creatividad se define por la capacidad más o menos acertada de samplear o versionar canciones antiguas.
«Poinciana» de Nat Simon y Buddy Bernier para la versión inglesa, hecha famosa por Ahmad Jamal y basada en una canción popular cubana titulada «Canción del árbol».
Hoy estuve cantando «Nostalgias» en el vestuario mientras me cambiaba y como le dije a [J] que la tenía que escuchar pues ahí va.
Quiero emborrachar mi corazón
para apagar un loco amor
que más que amor es un sufrir…
Y aquí vengo para eso,
a borrar antiguos besos
en los besos de otras bocas…
Si su amor fue «flor de un día»
¿porqué causa es siempre mía
esa cruel preocupación?
Quiero por los dos mi copa alzar
para olvidar mi obstinación
y más la vuelvo a recordar.
Nostalgias
de escuchar su risa loca
y sentir junto a mi boca
como un fuego su respiración.
Angustia
de sentirme abandonado
y pensar que otro a su lado
pronto… pronto le hablará de amor…
¡Hermano!
Yo no quiero rebajarme,
ni pedirle, ni llorarle,
ni decirle que no puedo más vivir…
Desde mi triste soledad veré caer
las rosas muertas de mi juventud.
Gime, bandoneón, tu tango gris,
quizá a ti te hiera igual
algún amor sentimental…
Llora mi alma de fantoche
sola y triste en esta noche,
noche negra y sin estrellas…
Si las copas traen consuelo
aquí estoy con mi desvelo
para ahogarlos de una vez…
Quiero emborrachar mi corazón
para después poder brindar
«por los fracasos del amor»…
Nostalgias
de escuchar su risa loca
y sentir junto a mi boca
como un fuego su respiración.
Angustia
de sentirme abandonado
y pensar que otro a su lado
pronto… pronto le hablará de amor…
¡Hermano!
Yo no quiero rebajarme,
ni pedirle, ni llorarle,
ni decirle que no puedo más vivir…
Desde mi triste soledad veré caer
las rosas muertas de mi juventud.
Mis ojos inyectados en sangre pasean de un rostro a rostro, de detalle en detalle, sin demorar en cada uno más que un instante, suficiente como para ser consciente de ellos pero sin llegar a memorizarlos. De pronto aparece ella, una isla entre la marea, que se mueve entre los demás pero, sin embargo, se ve arrastrada por la multitud. La reconozco de inmediato, es un alma solitaria rodeada de gente, que se piensa acompañada, absorbida por la ilusión que ella misma ha creado.
Lejos de provocar en mí alguna reacción, su visión me resulta anodina, simplemente la veo como un objeto que una vez estuvo animado. Es lo que es por su propia causa y efecto. Paso a su lado, se percata de mi presencia, parece sorprendida, pero una mirada de indiferencia glacial hace que muera en su boca todo atisbo de conversación. Me alejo sabiendo de su iniciativa petrificada y su mirada penetrante clavándose en mí, como un barco que deja a su suerte al náufrago en las corrientes del océano.
Nunca he sentido compasión por los que reciben lo que merecen.