Claroscuros

La Fisioterapia, como el resto de Ciencias de la Salud, es una profesión vocacional. Lamentablemente, no existe un rasero objetivo que mida la vocación y sirva para filtrar los candidatos a comenzar los estudios. Tampoco existe ningún test psicotécnico que permita vetar la entrada a toda aquella persona con algún trastorno [sexual o psiquiátrico, por ejemplo]. No digo que haya que estar hecho de una pasta especial, sólo que realmente puedas y quieras trabajar estrechamente con personas e intentar ayudarlas en la medida de lo posible.

Sin embargo, y hablo desde mi punto de vista, sí que debemos desarrollar cierta capacidad de indiferencia respecto a nuestros pacientes. No quiero que mis palabras sean mal interpretadas, no hablo de tratar pedazos de carne, una prótesis de cadera, un EPOC o un retraso psicomotor, simplemente hablo de evitar en la medida de lo posible las implicaciones emocionales. No quiero ser el Dr. House de la Fisioterapia. Cada paciente es un sistema con multitud de variables intrínsecas y extrínsecas que, si no desarrollamos una membrana semipermeable, pueden afectarnos.

Cuando un amigo tiene un problema éste nos afecta, nos preocupamos, pero si esto es así es porque nuestra membrana semipermeable lo permite. Nuestros pacientes tienen problemas, que tienden a magnificar por su situación de enfermedad, y diez amigos al día con problemas son demasiadas preocupaciones para una sola persona, es decir, nosotros. Muchas veces somos «fisicólogos», un híbrido entre Fisioterapeuta y Psicólogo, pero debemos tener claro cuál es nuestra competencia y hablar lo justo y necesario.

Sobre el olvido y la indiferencia

DSCN0138Sabemos que existimos porque tenemos conciencia de nosotros mismos, pero para el resto del mundo sólo existimos si estamos presentes en sus mentes. Alguien que no te conoce, por ejemplo, no conoce de tu existencia, así que para esa persona simplemente no existes. Es por eso que el olvido es un homicidio, aunque virtual.

Cada vez que decimos que hemos olvidado a alguien estamos gritando una mentira, una falacia. En realidad nos acordamos de esa persona, y nos acordamos que la hemos olvidado, ¿no es eso una incongruencia exponencial? El olvido real implica el perder incluso la información concerniente al olvido. Es más, el olvido es un proceso automático e inconsciente, y como acto voluntario no es en absoluto viable. Nunca olvidamos nada completamente porque los circuitos de reminiscencia se mantienen, lo que se pierde son las conexiones entre estos almacenes de información. Siempre se moverá algún engranaje que nos haga recordar eso que hemos olvidado.

El olvido es una mentira, podemos decir que nos acordamos en menor medida de la información, o que simplemente tenemos dificultades para acceder a ella, pero nada más. ¿Realmente quieres olvidar? La solución más rápida es la lesión neuroanatómica, pero no la recomiendo en absoluto porque la muerte neuronal no es lo más adecuado.

DSCN0126La indiferencia se parece mucho al olvido en relación a que es necesaria la ausencia de intencionalidad, lo cual supone la negación de la condición voluntaria de la indiferencia. Es decir, para poder llegar a la indiferencia hay que ser indiferente al objeto, al objetivo y a la misma indiferencia. Hablando en términos teóricos, la indiferencia es indiferente a sí misma. Por eso, aunque ésta exista, nunca puede ser usada porque su simple uso la niega a sí misma. La indiferencia supone abandonar toda intención y por eso es una mentira, es el nombre que se le ha impuesto al hecho de volverse menos susceptible a los estímulos que recibimos.

«Aún hay fuerza y por consiguiente esperanza donde se ven arranques violentos, pero cuando se apaga todo movimiento, cuando no hay pulso, cuando el frío ha llegado al corazón ¿Qué esperar entonces, sino una próxima e inevitable disolución?» (Lamennais – Ensayo sobre la indiferencia)