El color de los años

viejoEl otro día mi padre me llamó para que le echase un vistazo a un dolor que tenía en una costilla cuando tosía, estornudaba o simplemente inspiraba profundamente. Todo vino a raíz de una caída sobre el lado izquierdo que había tenido una semana antes, con el consiguiente dolor en el hombro y en la articulación esternoclavicular de ese mismo lado. Lo que le traía de cabeza era ese dolor de aparición tardía, por un mal gesto al intentar agarrar una lámpara que se iba a caer de una estantería. Además, también había que sumarle un dolor en profundidad localizado en las vértebras cervicales superiores junto con una limitación de la rotación izquierda.

Después del tratamiento con técnicas de Mulligan (SNAG dorsal para el dolor costal y SNAG para el dolor y limitación cervicales) y un poco de tratamiento de Puntos Gatillo Miofasciales (técnica de Jones en PGM del trapecio superior) la cosa había mejorado muchísimo, pasando de un 7 en la Escala Visual Analógica a un 1 para la punzada en la costilla y de un 6 a un 2 para las cervicales.

Sin embargo, lo que más me dejó marcado es que me di cuenta que mi padre está envejeciendo. Vaya tontería -pensarán algunos-, es ley de vida. Lo sé pero a veces hasta que la realidad no se presenta delante de tus narices no te das cuenta de que has estado pasando por alto muchas obviedades que estaban ahí, siempre han estado ahí. La piel de su cara comienza a ser más fláccida, los pelos de su pecho empiezan a teñirse de blanco y los su cabeza cada vez está más ralos. No quiero pensar que esta caída es algo más que un simple tropiezo, sino algo sin importancia y sin mayor trascendencia que unos cuantos dolores incómodos, y que no es signo de algo más subyacente, algo patológico.

Igual pasa con mi madre, la presbicia ya está haciendo mella en sus pupilas y, al igual que mi padre, su cara no es la de hace unos años ni su pelo se salva de las canas. En todos estos y muchos más detalles sólo veo signos de lo inevitable que es el paso del tiempo para todos. Incluso yo me siento algo más viejo, algo más cansado, si miro sólo cinco o seis años atrás y me veo en el instituto, como un adolescente. Todavía es pronto pero ya empiezo a sentir el peso de las palabras de Oscar Wilde:

El drama de la vejez no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven.

Con el paso de los años he visto cómo las generaciones de mi familia han ido mermando poco a poco hasta quedarme sin abuelos. Incluso la segunda generación ha comenzado a desaparecer, el hermano de mi padre ha sido el primero. Por muchas despedidas que haya vivido uno nunca se acostumbra a renunciar a sus familiares. Por eso tengo la sensación de estar viviendo en una amenaza continua porque no quiero que mis padres se vayan aún, pero aún así veo que se precipitan inexorablemente hacia ese destino.

Pensamiento del día

family

Cuando tu propia familia reniega de ti, tienes un problema.

Es curioso cómo puedes conseguir información sin proponértelo, de la manera más espontánea y en la situación más inesperada.

Es duro decir esto, pero es la verdad: lo único que echo de menos de cuando estaba contigo es a tu familia. El resto es polvo que se lleva el viento, como las palabras.

El Señor es mi pastor

pastor

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Ya estoy cansado de escuchar siempre lo mismo en los funerales de mis familiares. Con ella se fue el recuerdo vivo del tiempo que pasé en casa de mis abuelos. Ahora es cuando realmente me doy cuenta que se me han ido todos y los echo de menos…

Requiescat In Pace

R.I.P.No tengo corazón, y soy un insensible. He visto la muerte de mis cuatro abuelos, cáncer hepático, Alzheimer, insuficiencia respiratoria e insuficiencia renal; desde los 11 años he visto cómo poco a poco se han ido consumiendo lentamente y, créeme, los quería como a nadie en este mundo. Y los sigo queriendo en el recuerdo [aunque no tengo corazón].

Hubiese preferido que hubiesen muerto rápidamente y no sufriendo como lo hicieron. ¿Acaso soy censurable por estar a favor de una muerte digna? Sabía que todos iban a morir, tarde o temprano, por una causa u otra y sí, quise que se muriesen antes de cuando lo hicieron y de forma fulminante sólo por ahorrarles sufrimiento.

¿Has visto a tu abuela con el color amarillo de la ictericia producida por el cáncer? ¿O tal vez has cuidado a tu abuelo durante cinco años mientras se va olvidando progresivamente de todo, incluso hasta de tragar los alimentos? ¿Has escuchado alguna vez el gorgoteo de las secreciones acumulándose en los pulmones de tu abuelo que se asfixia? ¿Has llamado a una ambulancia mientras sostienes a tu abuela con un coma cetoacidótico entre tus brazos?

Créeme, no sabes ni por qué escribo lo que escribo, ni lo que he pasado, ni nada de nada… Tú si que te cubres de gloria juzgando a los demás.

Generaciones

Envidio a aquellos que tienen abuelos, pero también me apiado de ellos… Al menos no tendré que despedirlos de nuevo en sus entierros. Es curioso como nuestra sociedad hace de la defunción una tragedia. Es natural que nos apenemos por esos seres queridos que han muerto, pero en muchas ocasiones la muerte no es más que un alivio al sufrimiento. A veces sería más conveniente festejar que guardar luto… Después de ver morir a todos mis abuelos, creo que he llegado a tomármelo de otra manera.

Mi abuela [A] murió de un tumor hepático, y quizás porque era muy pequeño o porque sucedió en poco tiempo, no me traumatizó demasiado. Sabía que era lo mejor para ella, porque no vale la pena vivir sufriendo. Mi abuelo [S] murió de Alzheimer, y lo que más me marcó fue el hecho de verlo todos los días, ver cómo día a día, año tras año, iba involucionando hasta que llegó el final. Mi abuelo [C] fue atropellado a menos de 100 metros de su casa por una tía que hablaba por un móvil. El accidente en sí no fue el causante de su muerte, pero al fracturarse la tibia se le formó como consecuencia una embolia pulmonar por el contenido graso de la médula ósea que pasó al torrente sanguíneo. Mi abuela [C] murió en mi casa, porque arrastraba una angina de pecho prácticamente invalidante y derivó en una insuficiencia renal aguda y fulminante.

Los recuerdo a todos, a mi abuela con la ictericia, a mi abuelo con la sonda nasogástrica, a mi otro abuelo con la mascarilla de oxígeno y el borboteo sus pulmones y a mi abuela prácticamente comatosa en mi cama… Hoy en día la esperanza de vida ha aumentado, pero a costa de una peor calidad de vida en nuestros últimos años de vida. A veces echo de menos una ley para la eutanasia…