Para bien o para mal, en ningún lugar te recibirán como en casa.
Si sientes el frío es porque una vez disfrutaste del calor.
Cualquiera puede dar consejos porque es relativamente fácil y sencillo, tan sólo basta decir un par de palabras que formen una frase con sentido y esperar a que la otra persona te escuche; transmites tus ideas y cumples con tu cometido. Sin embargo, lo realmente complicado es conseguir que la otra persona piense sobre esas palabras y logre llegar por sí misma a la conclusión que tratas de transmitir. Luego podrán venir los juicios de valor sobre si son buenos o malos.
La primera vez que escuché esa palabra fue hace muchos años, era niño, y nunca busqué su significado aunque conocía el sentido por el contexto en el que usaba. Una quimera, además de ser un animal mitológico, es una invención, una ilusión, algo imaginado que se cree como real o alcanzable pero en realidad no lo es.
La cuestión es que recientemente he visto una frase que decía lo siguiente:
Que es preferible nadar en quimeras que esperar en la orilla
He de confesar que me sonaba de algo, así que echando mano de Google he dado con el origen: es un verso de la letra de una canción del compositor, cantante y músico madrileño Quique González, Ardiendo a un clavo, canción editada únicamente en un disco compilación titulado Cantautores, la nueva generación.
Ahora no sé si tendré que esperar el eclipse de luna
La última copa en el último bar o el veneno de lluvia
Un taxi libre o quizás invitar a beber a la rubia
O disfrutar de la virginidad de una página en blanco.
Y si me agarro a tu aplauso, como ardiendo a un clavo
Si me aferro al brillar de tu risa
Que sostenga un cigarro encendido en mis labios
Si no tengo billete de ida
Aún no he podido arrancarme la lanza que abrió mi costado
Dicen que sólo camino los que por mi sombra se han guiado
Aún no comprendo cómo los bomberos han tardado tanto
En sofocar el fuego que ambos provocamos.
Y si me agarro a tu aplauso, como ardiendo a un clavo
Si me aferro al brillar de tu risa
Que sostenga un cigarro encendido en mis labios
Si no tengo billete de ida
Ya sé que es fácil decir no dobles jamás la rodilla
Que es preferible nadar en quimeras que esperar en la orilla
Que una marea consiga dejar dormidas las ideas
A los que crecimos en la misma escuela.
Y si me agarro a tu aplauso, como ardiendo a un clavo
Si me aferro al brillar de tu risa
Que sostenga un cigarro encendido en mis labios
Si no tengo billete de ida
Que sostenga un cigarro encendido en mis labios
Si no tengo billete de ida
No voy a hacer una crítica musical de la canción, es simplemente que ese verso me ha animado a escribir este post. No creo que nadar en quimeras sea preferible a estar en la orilla, sobre todo porque la quimera, por definición, no es real sino un simple espejismo creado por nuestra mente basándose en nuestros anhelos y que no trasciende más allá del dominio de la imaginación. Sobra decir que la acción de nadar en ella no es más que una representación metafórica del hecho de creer en la quimera en cuestión.
Basándonos en esto, partimos de la idea que esa persona no es consciente de la propia naturaleza de la quimera, que verdaderamente piensa que es real y por lo tanto se aventura a creer en ella. Si realmente llegase a saber que se trata de una ilusión esta revelación negaría la propia existencia de la quimera y, por lo tanto, imposibilitaría el hecho de creer en ella. Vivir en un sueño conlleva ciertos riesgos, como el despertar de él para comprobar que en realidad era todo producto de la imaginación.
Entonces, ¿es preferible estar empapado de falsas ilusiones o permanecer estático en la realidad? Ni tanto ni tan poco, porque tan perjudicial es creer en fantasías como estar anclado a la espera de algo sobre lo que no tenemos certeza de su llegada. Al final no sería más que otra quimera, como las olas que llegan a la orilla y que nos mojan los zapatos mientras miramos al horizonte en busca de alguna señal.
Personalmente prefiero estar seco y pasear por la orilla; a veces entre aquello que ha arrastrado la marea encuentras cosas interesantes.
Cansado de perder el tiempo como relojero loco. Cansado de bailar al son de una titiritera caprichosa. Cansado de ser veleta mecida por el soplo de labios inertes. Cansado de esperar la espera de la esperanza basada en la espera. Cansado de recibir como premio desilusiones por esperar encontrar donde no hay. Cansado de mantener con seguridad mi posición ante una persona insegura de sí misma. Cansado de tener esa sensación de «estoy haciendo el gilipollas».
Pero eso ya pasó porque es todo pretérito perfecto simple, porque lo estuve pero ya no. En mi presente estoy soltando lastre cual globo aerostático con ansias de alcanzar la estratosfera. Así me siento yo después de poner soluciones a problemas por demasiado tiempo postergados. Y es que no hay nada como abandonar las turbulencias del cielo de la incertidumbre para, al fin, poder navegar en mi globo, dejándome llevar por las suaves corrientes y subiendo, siempre subiendo.