Por favor disculpa a mis ojos porque buscan el mar donde no debería estar, y al ver el sol tras el cristal me hacen pensar que hará calor. Igual que pienso en quién era yo para ti y para mí, y cómo, tan falto de todo y nada, confundía lo que había entre nosotros con el amor. Tenías mis latidos a tu merced, a veces clavados como punzadas, cuando me hacías pensar que llegaba el final. Otras, como tormentas con truenos, cuando querías volver a entrar, y yo siempre te dejaba. Y te decía que siempre habría sitio para ti, incluso cuando no lo había, pero yo lo buscaba, desechando otras cosas sólo para hacerte un hueco en mi corazón. Si sabes que sólo quiero nadar en tu mar y acabo siendo un barco varado entre dunas. Si sabes que sólo quiero bañarme en tu calor y tan sólo eres dolorosamente fría. Aún mis ojos sueñan con un amor, ¿quién no lo hace cuando tu compañía es ausencia? Dime... Dime por qué, ¿por qué siempre confundes mis ojos?
El contrato
Escuchas el redoble de tambores, ruido conocido largo tiempo atrás. En tu pecho una tormenta, golpear violento de un corazón indomable ante la imagen anhelada de la belleza. Ella, siempre es ella, endiosada figura vestida desnuda bajo la mirada del deseo. De pronto, sacudidas recorren tu cuerpo despertándote de la hipnosis por sus formas. Un olvidado péndulo que de pronto oscila rítmico, se detiene, regresa, para de nuevo repetir su paseo. ¿Amor? Tal vez, o tal vez no lo sea, sólo pasión. ¿Realmente importa en este momento? Cuando dos bocas firman un contrato nadie asegura su duración, tan sólo se desea que no acabe.
Era sencillo
Mirando en tu corazón lo sabes, era sencillo. Como la lluvia para la semilla, fuiste hecha para mí, aunque las hiedras venenosas a veces crecen hasta en los jardines más cuidados. Si me preguntas de frente te puedo decir sin rodeos que adoraba tenerte cerca en aquellos días lluviosos. Me gustaba el tacto de tu mano, la manera en que no exigías nada más de mí.
Porque nuestro amor era sencillo, como el agua que se desliza sobre los cantos de la playa. Físicamente hablando, estábamos hechos para durar, pero mira ahora todos esos fragmentos de nuestro pasado. Allí están mis caricias en tus muslos, allá están tus dedos en mi espalda… Y ahora nos encontramos y nos besamos como la primera vez, sin aceptar nunca de este fin sin fin.
Era sencillo, pero nosotros no lo somos.
Compañías y teatro
La verdad deslumbra y duele en tus retinas, paraliza tu cuerpo, quema sin piedad tu mente y congela tu corazón. Pero no tiene dualidad, no se esconde, es lo que es y no hay más.
Y cuando la aceptas, te acostumbras a ella. Entonces ves más cosas y mucho más claras, te vuelves más ágil para moverte y esquivar dardos envenenados, soportas mejor el ardor de la ira y el frío de la ausencia y la soledad.
He quedado atrapado entre los hilos para aprender a ser un titiritero un poco más hábil. He conseguido modificar la realidad para poder jugar con la ilusión a mi antojo. He perdido y lo he aceptado para poder ganar mucho más a cambio. He tenido sentimientos que se han marchitado y han muerto para poder renacer más intensos y renovados.
Y reconozco que a veces he mentido para poder llegar a la verdad, para conseguir lo que tanto he ansiado y luego dejarlo marchar.
Pero no me arrepiento de nada, porque aunque quisiera ya no se puede cambiar. Y no es justo recriminar a un actor por su personaje, porque los buenos actores sienten de verdad lo que interpretan con intensidad. Y en ocasiones, se meten tanto en su papel que acaban confundiendo la realidad con la ficción, con el sufrimiento que ello conlleva.
Y creo que lo volvería a hacer, con algunos cambios aquí y allá, para tener nuevos errores de los que aprender.
Pero no quiero seguir con esta representación, en este teatro, ante este público. Mi suplente llegó hace tiempo, al igual que otros vinieron antes y otros vendrán después. ¿O acaso era yo el suplente que finalmente fue descartado? No lo sé, y ya no importa.
La compañía cambia de actor, pero siempre es la misma obra, una y otra vez.
«Vete mientras aún seas querido, no cuando seas despreciado», me dijo una vieja amiga. Son esas cosas que tiene la experiencia, que siempre tiene algo que decir aunque a veces no la queramos escuchar ni nos gusten sus consejos.
Escisión
Era un pájaro que no podía moverse ni volar a ninguna parte. Era un árbol cuyas ramas no podían crecer, un pez que no podía nadar. Mis ojos no me mostraban a donde me dirigía porque estaba cegado, intentando encontrar algo que no estaba.
Te di mi sangre pero tu corazón no latía al compás de mis sentimientos. Y lo intenté, en vano, pero lo intenté. Pero cuando yacía desangrado, pensando en regalarte más, me di cuenta que no eras el recipiente adecuado.
¿Para qué estaba luchando? ¿Por qué lo seguía intentando? Busqué la razón, pero no pude encontrarla, ni ella me encontró a mí. Porque estaba cegado por ti, intentando encontrar algo que no estaba ahí.
Pero me encontré cuando te fuiste, me encontré cuando te perdí. Cuando ya no estabas dentro de mí, a pesar de estar a mi lado. Fue la soledad de tu compañía la que escindió las cadenas; fue entonces que no fui más esclavo.
Encontré la libertad.
Todo lo que nunca hice
Nunca vi amanecer hasta que pasé despierto una noche a tu lado Nunca vi la luz del sol hasta que apagaste las luces de la habitación Nunca vi mi hogar hasta que estuve demasiado tiempo lejos Nunca sentí un latido hasta que escuché tu corazón Nunca vi el mar hasta que me mudé tierra adentro Nunca vi la luz de la luna hasta que brilló sobre tu piel Nunca vi tus lágrimas hasta que rodaron sobre mi mejilla Nunca olí tu pelo hasta que el perfume de tu cuerpo se fue Nunca medí las distancias hasta que nos separó un cristal Nunca vi las fronteras del mapa hasta que viajé en aquel tren Nunca dije "te quiero" hasta que no pude susurrar a tu pecho Nunca supe que me fui de tu lado hasta que te necesité