Escuchas el redoble de tambores, ruido conocido largo tiempo atrás. En tu pecho una tormenta, golpear violento de un corazón indomable ante la imagen anhelada de la belleza. Ella, siempre es ella, endiosada figura vestida desnuda bajo la mirada del deseo. De pronto, sacudidas recorren tu cuerpo despertándote de la hipnosis por sus formas. Un olvidado péndulo que de pronto oscila rítmico, se detiene, regresa, para de nuevo repetir su paseo. ¿Amor? Tal vez, o tal vez no lo sea, sólo pasión. ¿Realmente importa en este momento? Cuando dos bocas firman un contrato nadie asegura su duración, tan sólo se desea que no acabe.
Pensamiento del día
Resulta cansado tener que actuar según lo que se espera de ti en lugar de como tú quieres.
No es sano renunciar a ser quién eres por estar con otra persona.
Hay personas que son buenas mientras creen que pueden sacar algún provecho de ti.
No es nada fácil
Que sepas que no es nada fácil cuando despierto de madrugada con frío, temblando en la cama. Y al girarme te huelo, y en la oscuridad te tiento para calmar lo que siento, pero es sólo tu olor en mi almohada. Que sepas que no es nada fácil cuando a mi lado te veo pasar y un silencio helado me hace callar. Y quiero poder decirte que tienes razón, que soy cobarde, sin agallas, por no animarme a tan sólo dejarme llevar. Que sepas que no es nada fácil no mirate, tan lejos y tan cerca cuando tan sólo ayer besaba tu nuca. Porque aún perdura el recuerdo sobre mis labios, aquellos besos mudos, de cuando nos unimos en el nudo de quien al fin encuentra lo que busca. Que sepas que no es nada fácil arrancar del pecho la esperanza apostando todo o nada a la ausencia. Para luego darte cuenta que esa presión que tanto aprieta no abandona, se aferra a la puerta y más se clava como una lanza. Pero supongo que tú ya lo sabes, que no es nada fácil... Sentir.
Debí llorar
Canción original del dúo de compositores cubanos Giraldo Piloto y Alberto Vera, versionada por Silvia Pérez Cruz y Javier Colina Trio.
Era sencillo
Mirando en tu corazón lo sabes, era sencillo. Como la lluvia para la semilla, fuiste hecha para mí, aunque las hiedras venenosas a veces crecen hasta en los jardines más cuidados. Si me preguntas de frente te puedo decir sin rodeos que adoraba tenerte cerca en aquellos días lluviosos. Me gustaba el tacto de tu mano, la manera en que no exigías nada más de mí.
Porque nuestro amor era sencillo, como el agua que se desliza sobre los cantos de la playa. Físicamente hablando, estábamos hechos para durar, pero mira ahora todos esos fragmentos de nuestro pasado. Allí están mis caricias en tus muslos, allá están tus dedos en mi espalda… Y ahora nos encontramos y nos besamos como la primera vez, sin aceptar nunca de este fin sin fin.
Era sencillo, pero nosotros no lo somos.
Kintsugi
El kintsugi es una técnica japonesa que se utiliza para reparar objetos rotos de cerámica o porcelana. La palabra kintsugi significa «reparar con oro» en japonés, y se refiere a la práctica de reparar los objetos rotos utilizando una mezcla de polvo de oro, plata o cobre con un pegamento natural llamado urushi. La idea detrás del kintsugi es que el objeto roto no se trata como algo que se debe esconder o desechar, sino como algo que se debe valorar y resaltar. Por lo tanto, en lugar de ocultar las grietas o las roturas del objeto, el kintsugi las resalta y las convierte en una parte esencial de su diseño y de su historia. Así, el objeto reparado no sólo se vuelve más fuerte y duradero, sino que adquiere un valor estético y sentimental que no tenía antes.
El desamor, entendido como la falta de amor o al fin de una relación amorosa, y el kintsugi tienen una dimensión simbólica que los relaciona de manera profunda.
El desamor puede ser una experiencia dolorosa y desgarradora, que nos hace sentir tristes, solos y desesperados. Sin embargo, el desamor también puede ser una oportunidad para crecer, para aprender y para cambiar. Cuando una relación amorosa termina, nos enfrentamos a un vacío, a una herida, a una pérdida que duele. Pero también nos enfrentamos a la posibilidad de encontrar un nuevo camino, de conocer nuevas personas, de descubrir nuevos intereses y nuevas formas de amar. El desamor nos enseña que el amor no es una cosa que se puede controlar ni que se puede obligar, sino que es algo que se da o que se recibe de manera natural y espontánea.
El kintsugi, por su parte, nos enseña que la belleza no radica en la perfección, sino en la imperfección. Cuando un objeto se rompe, podemos desecharlo como una basura, como algo que ya no tiene valor. Pero si lo reparamos con kintsugi, le damos una nueva vida, una nueva forma, una nueva historia. Las grietas y las roturas del objeto no son defectos que deben ser escondidos o ignorados, sino rasgos que lo hacen único y valioso. El kintsugi nos enseña a valorar la imperfección, a aceptar la fragilidad, a apreciar la historia y la experiencia que cada objeto lleva consigo.
De esta manera, el desamor y el kintsugi pueden verse como dos aspectos de un mismo fenómeno: la capacidad de recuperarse y de volverse más fuerte después de una pérdida o de una rotura. Cuando una relación amorosa se rompe, sentimos que nuestro corazón se desgarra, que nuestro mundo se derrumba, que nuestra vida pierde su sentido. Pero si somos capaces de enfrentar el dolor, de sanar la herida, de reparar el corazón roto, podemos volvernos más fuertes, más maduros, más sabios. Como un objeto reparado con kintsugi, nuestro amor se convierte en una joya preciosa, que reluce con un brillo especial y que nunca pierde su valor.