No quiero. No quiero ser importante y que pidas más de lo que te puedo dar. No quiero que tu felicidad sea a costa de mi tristeza. No quiero tu necesidad. No quiero ser tuyo. Porque tú no eres parte de mí.
Cierta distancia
Sentir el color de tus ojos es mi intención porque los dos queremos esa mirada en el alma. Quizás ahora entiendo que hace falta cierta distancia para poder enfocar claramente la situación. Las cosas parecen mucho mejor cuando soy parte de la piel que envuelve tu ropa. Como el aroma que queda en las sábanas, nos regala ilusiones de cercanía en la lejanía. Recordando caricias y sueños más dulces, con suspiros húmedos y sonidos tibios, esas visiones que no dejan dormir la mente, que calientan hasta quemar la carne y el alma. Aún descubrimos sorpresas nuevas, cuando nos arrullamos muy cerca, tan cerca. Cuando cantamos alguna canción suavemente o agarramos nuestros cuerpos con fuerza. Tenía un misterio que no podía ser resuelto, tenía una historia que no terminaba de ser contada. Tenía un rompecabezas con algunas piezas perdidas, y eres tú el engranaje que no sabía que me faltaba.
Todo lo que nunca hice
Nunca vi amanecer hasta que pasé despierto una noche a tu lado Nunca vi la luz del sol hasta que apagaste las luces de la habitación Nunca vi mi hogar hasta que estuve demasiado tiempo lejos Nunca sentí un latido hasta que escuché tu corazón Nunca vi el mar hasta que me mudé tierra adentro Nunca vi la luz de la luna hasta que brilló sobre tu piel Nunca vi tus lágrimas hasta que rodaron sobre mi mejilla Nunca olí tu pelo hasta que el perfume de tu cuerpo se fue Nunca medí las distancias hasta que nos separó un cristal Nunca vi las fronteras del mapa hasta que viajé en aquel tren Nunca dije "te quiero" hasta que no pude susurrar a tu pecho Nunca supe que me fui de tu lado hasta que te necesité
Mucho y poco, nada y todo
Sobre aquella colina decidí hacer un trato porque mi cuerpo quería vivir cerca del mar. Y con la sensación abrumadora del instante en realidad no sentía ninguna otra emoción. Creo recordar que me lo dijiste aquella vez: "este momento es el momento, y no habrá otro igual, y no hay nada más que pensar que en el ahora; nada más que disfrutar del aquí y dejarte llevar." Entonces podía escuchar la llamada de la aventura, de los caminos que se abrían ante nosotros. Pero también oía el gruñido de la inquietud porque en el horizonte una tormenta se formaba. No, nunca pensé que fuera fácil y lo sabes, porque en realidad ni tú ni yo lo somos. Mejor cambiemos de tema, hablemos de otras cosas, de mi mucho y de tu poco, de tu nada y de mi todo. Cuando aquella noche le susurré a tu pecho "no ha estado mal, pero creo que me voy a casa" en realidad lo hice porque no te sentía mi hogar. No fue por rencor, tan sólo regalaba sinceridad. Y ahora, cuando miro atrás, me pregunto a solas si es que aquel día dejaste que me marchara porque tú también sabías que era lo mejor o porque ya no tenías miedo a las noches sin mí.
Seis días
Seis días y unas cuantas horas más que mis ojos no se deleitan en ti. Tu cuerpo no acaricia ya mis manos, y de nuevo amanece casi helado un corazón ya cansado de latir. Otra vez te extraña mi almohada empapada de sueños y amor. Y pensaba que ya había aprendido, que a tu ausencia me había acostumbrado, pero la realidad me devuelve el dolor. Ya seis días sufriendo nostalgias por aquello que no pude hacer. Y aunque tenga el pecho de acero a veces pareciera que muero estando lejos de donde quiero volver. Por eso espero tu regreso como un regalo, mas no sé si debo o si acaso es algo malo. Pero hasta entonces sólo me queda suspirar cuando tantas veces no nos podemos besar.
Uno de esos sábados
No hace falta que me digas qué debería esperar de ti. Sigo aquí, igual que siempre, por mi propia voluntad. Dicen que la suerte sonríe a los que se atreven, pero no me fue muy bien eso de dejarme llevar. Tal vez lo mejor sea pasar de todo por completo y dejar de usar la memoria como motivo y razón, dejar de recordar aquel tiempo en el que tú y yo hacíamos lo que queríamos sin buscar justificación. Lo cierto es que ahora ya no podemos recuperar todo aquello que nos regalamos alguna vez. Tuvimos buenos momentos, o eso me parecía, porque ya no sé si fueron sinceros de verdad. De las tardes y noches de todos aquellos sábados cuando nos refugiábamos entre sábanas en mi cama. Refugiados del frío en la calle, en nuestros corazones, y del frío del hambre de cariño de nuestras almas. Protegía la memoria, por si acaso la olvidabas, de aquel primer sábado de finales de octubre. No la olvidaba, para que tú la recordaras, hasta que un día dejó de importar lo suficiente. Como si fuera una tradición de nuestro calendario, fue también un sábado cuando terminó aquel otoño, cuando cayó muerta la última hoja de nuestro árbol y en el jardín tan sólo quedó este áspero invierno. Ahora en perspectiva, ¿es esto lo que esperabas? Mirando atrás, ¿no te despierta ninguna emoción? Muéstrame algo de verdad, algo que sientas hoy, algo que pienses, para entender esta situación. No sé, tal vez has madurado y yo sigo igual de infantil, y esta amnesia selectiva te parece como la libertad, o simplemente eres de ese tipo que miente por hablar y nunca se atreve a decir un adiós que suponga un final.