Relato corto

No sé, acabo de llegar de prácticas y tengo ganas de escribir un relato corto sobre el que estuve pensando al mediodía antes de marcharme. El título es improvisado pero bueno, se hace lo que se puede.

La máquina de los sentimientos

La primera y última vez que lo vi estaba postrado sobre aquella superficie metálica. No se movía, pero sabía que estaba vivo, sin duda que no podía estar muerto. Cuando lo tomé entre mis manos estaba frío, pálido, y yo lo miraba con una fascinación tal que a duras penas lograron persuadirme para separarme de él –«Perdone, es la hora. Todo está preparado».

Cuidadosamente lo coloqué en aquel lecho caliente, y estoy seguro que si hubiese podido hablar me hubiese confirmado que allí se encontraba mucho mejor. Le conecté como mejor pude aquellos pequeños tubos por los que circularía el líquido tibio. Los comprobé sistemáticamente uno a uno, no quería que por algún error mío algo saliese mal –«Todo correcto, sigamos por favor».

Me vi obligado a colocar a cada lado de su pequeño cuerpo dos pequeñas placas metálicas para obligarle a moverse. Sé que fue cruel por mi parte, pero era necesario por su bien que se revolviese de aquella manera intentando separarse de aquel tacto tan frío y molesto. Cuando comprobé que el líquido fluía al fin por aquellos conductillos me regocijé al comprobar que todo marchaba bien, aunque temía que con tanto pataleo nervioso acabase por soltarlos de su lugar, pero no fue así. Sé que entonces él comprendió que así debía ser todo, no había otra manera –«Muy bien, limpia por aquí».

Sabía que este momento tenía que llegar, la inevitable despedida, y él al instante lo comprendió y lo asumió. Lo arropé dulcemente en aquel calor, y cerré aquel lugar con barrotes de acero. La puerta se cerró y él quedó allí, con aquel pataleo que sabía no iba a cesar hasta dentro de mucho tiempo. Luego, la recompensa del trabajo bien realizado –«El transplante ha sido un éxito, doctor».

Sin duda, aquél era un buen corazón.

Rebuscando…

Pues ciertamente tengo este fragmento de texto guardado, pero no sé quién es el autor ni nada de nada. A continuación paso a hacer copy – paste:

La señora Ciriaca Valdetorres, viuda de Horcajo, la mamá de la Capitolina y cuarta suegra en funciones del señor Ramón, luce aleta dorsal como los tiburones, sólo que más recia y carnosa y menos ofensiva y musculada. Las chepas de las señoras mayores suelen ser más a lo manso y camello que a lo bravo y escualo: es ésta casi una regla general o, al menos, una regla que tiene muy contadas y escasas excepciones. La señora Ciriaca, en sus viciosas y decadentes ansias seniles, también gasta calva, lo que le da un aspecto muy interesante. Su yerno, el señor Ramón, un 31 de enero -San Ciriaco, mártir de Alejandría-, quiso sacarle brillo a la calva de su cuarta suegra con líquido limpiaventanas pero, como la condenada no se estuvo quieta, se le fue el pulso, se le derramó medio frasco en un ojo y, claro es, la dejó tuerta. La cosa (salvo el detalle de que la señora Ciriaca se quedó con un ojo de color yogur) tuvo su gracia, sin duda alguna, y los amigos del señor Ramón se partían de risa cuando el señor Ramón se lo contaba.

Sin duda un documento extraorinario

Aburrimiento x tarde de sábado = filosofía + versos

Pues mirando logs de conversaciones he encontrado un par de frasecillas que me han salido en momentos de inspiración, y como estoy tan aburrido pues pondré alguna por aquí:

«Pobre de aquel que no tenga un punto de locura, qué vida más aburrida tendría»

«El amor es estar loco por alguien, así que tampoco pasa nada por estar loco»

«El insulto es el recurso de los que se quedan sin argumentos»

Es posible que alguna frase ya tenga dueño… Ahora mismo no lo sé, pero bueno, en su momento me salieron así y sonaron bien ^_^. También rebuscando encontré unos versos que tenía escritos de hace tiempillo ya, pero ahora mismo no recuerdo cuál fue el motivo de mi repentina inspiración para este arrebato poético:

Este adiós no maquilla un hasta luego,
este nunca no esconde un ojalá,
estas cenizas no juegan con fuego,
este ciego ya no mira hacia atrás.

El notario firma lo que escribo,
por esta letra no protestaré.
Ahórrate el acuso del recibo,
estas vísperas son las de después;
no me hables, es lo único que pido,
no recordarte te puedo prometer.

A este ruido, tan huérfano de padre,
no voy a permitirle que taladre
a un corazón podrido de latir.

Este pez ya no muere por tu boca,
este loco tus manos ya no toca,
estos ojos ya no lloran más por ti.

Seguiremos informando.

Momentos literarios Vol. 4

Epílogo del ciclo Neruda


[…]
-¡No sea pajarona! -reventó también la madre-. ¡Ahora tu sonrisa es una mariposa, pero mañana tus tetas van a ser dos palomas que quieren ser arrulladas, tus pezones van a ser dos jugosas frambuesas, tu lengua va a ser la tibia alfombra de los dioses, tu culo va a ser el velamen de un navío, y la cosa que ahora te humea entre las piernas va a ser el horno azabache donde se forja el erguido metal de la raza! ¡Buenas noches!
[…]


Antonio Skármeta «El cartero de Neruda»

Momentos literarios Vol. 3

Segunda entrega del ciclo Neruda


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda «Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Poema veinte»

Momentos literarios Vol. 2

Continuamos culturizando (léase «sigo aburrido»)


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma,
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante,
y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio.
Claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda «Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Poema quince»