Para olvidar

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No sé por qué regresaste justo ahora, cuando el olvido ya había hecho acto de presencia. Supongo que ya lo sabes, no lo sé, pero la tristeza ocupó el espacio que dejaste cuando te marchaste. De verdad, no sé para qué volviste…

Cuánto mal provoca recordar lo que ya no está.

La melancolía vuelve a echar raíces, y yo que pensé que el invierno había acabado con todo lo que había plantado en el jardín. Lo cierto es que es mejor guardar silencio. ¿Para qué hablar acerca de cosas que ya no existen? De verdad, no entiendo el porqué de tu retorno…

Ya ves que sigo hablando demasiado, y por eso es mejor callar.

Mis tristes poemas estuvieron conmigo como compañeros de mi soledad, pero nosotros tres no pudimos calentar aquel corazón. No sé si lo sabes, pero una parte de mí me abandonó y se fue contigo. La eché de menos un tiempo, hasta que empecé a olvidar lo que antes estaba dentro de ese hueco en mi pecho.

Pero ahora, otra vez, has vuelto… Y contigo aquel recuerdo que vuelve para doler.

Echo de menos el tacto del sol y del mar, pero tengo las manos deshechas de apretar el dolor. Y de nuevo has vuelto, hablando de cosas que no quiero escuchar, preguntando cosas que no quiero contestar, demandando cosas que no quiero dar…

De verdad, no sé que pretendes de mí… Mejor olvidemos los dos.

No detengas tu caminar para mirar ese árbol que se marchitó sin dar fruto. Ya es demasiado tarde, y tan sólo quedaron unas flores, ni vivas ni muertas, como epitafio del aroma que una vez te hizo suspirar. Lo que tengas de mí te lo puedes quedar, pero yo te devuelvo tu recuerdo.

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Por eso déjame desaparecer, no te aferres a mí, y me perderé en la niebla del ayer, como un pensamiento que no se puede recordar.

Qué lástima da llegar a la conclusión que al final, de todo aquello, ya no queda nada, nada que se pueda aprovechar. Sólo unas palabras vacías, que daban vueltas por mi cabeza y anclé a las páginas de este cuaderno. Cuando llegue el momento y la marea se las lleve ya carecerán de importancia, como esos troncos que el mar deja olvidados en alguna playa lejana.

Como Neruda una vez escribió, estos podrían ser los últimos versos que te escriba. Lo cierto es que te he echado de menos, lo justo para escribir otra vez unas cuantas palabras.

Palabras… Para olvidar.

Pensamiento del día

El color del otoño VII

A veces hacemos preguntas complicadas esperando obtener respuestas sencillas.

Hasta el diccionario de la Real Academia indica que manipular tiene connotaciones negativas; y yo que no tenía mala conciencia, ¿ahora qué hago?

No hay nada de malo en reutilizar cosas, salvo cuando se trata de sentimientos; si alguien no es capaz de generar en ti nuevas emociones entonces es que algo importante está fallando.

El síndrome isleño

DSCN0015En tierras continentales, tierra adentro, nadie te entiende, eres un bicho raro rodeado de otros tantos bichos raros. Encuentras en tu andar náufragos varados, cuyas ilusiones se quebraron en algún momento, y sin embargo no estás paseando por playa alguna.

Y miras a tu alrededor buscando la tranquilidad del horizonte, la rítmica danza de su superficie, pero no la encuentras entre tanto asfalto. Nunca has sentido tanta nostalgia de ese líquido amniótico salado que te ha visto crecer y tantas veces has mirado desde tu ventana.

Recuerdas su tacto, su fluidez, su líquida textura rodeándote no sólo por fuera sino también por dentro. Ese abrazo frío y húmedo, pero a la vez reconfortante, que te relaja mientras aguantas la respiración y te deslizas planeando, más lejos y más profundo.

Pero es eso, sólo una memoria, porque está lejos y te sientes deshidratar por su ausencia, como un ser acuático fuera de su medio natural, moviéndote pero sin flotar, como hundido entre tanto edificio y tanta gente.

Tu mirada sedienta busca sin hallar calma, como intentando encontrar algo o alguien que sacie esa parte de tu ser que necesita agua… Pero nunca serán lo mismo.

Porque los olores son distintos a su orilla, y la brisa tiene ese sabor salado y esa consistencia, como más mineral. Y su vaivén sonoro tiene otras tonalidades, como más verde por las algas, y más azul por la profundidad, y más negro por la arena, y más blanco por la espuma.

Hablas con la gente, pero no de esas cosas, porque no quieres parecer más raro aún. Porque no te entienden, porque sólo un isleño puede entender a otro, sólo un ser marino puede comprender a otro, sólo un cuerpo acuático puede fluir con otro.

Y echas de menos fluir, de noche o de día, dentro o fuera, solo o en compañía.

Francamente

DSCN0101Ella era una persona compleja, que parecía que vivía muchas vidas a la vez, y hasta que todas se sincronizaban, cosa que no ocurría muy a menudo, nunca sabías quién era realmente.

Con pesar se preguntó si en realidad ella había estado intentando deliberadamente confundirlo o hacerle daño. Como Pandora, con su boca venenosa y su caja de deseos y frustraciones, abriendo y cerrando la tapa de forma vengativa e imprevisible.

Pero, francamente, a estas alturas ya le importaba un bledo.

Pensamiento del día

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No confundas apetencia con adicción, que algo te guste mucho no significa que sea una necesidad.

Ese incómodo momento en el que te das cuenta que no hay nada que reprochar porque desde el principio todo estaba compartido, salvo que sólo uno de los dos lo sabía.

El problema de las personas que son normalmente simpáticas es que cuando les tocas la moral lo suficiente y dejan de serlo, el contraste en su carácter es tan grande que provocan cierto temor.

Pensamiento del día

Puente Galcerán [III]

Sabes que no echas de menos a alguien cuando al pasar por esa calle ya no miras hacia su casa.

Algunas personas tan sólo quieren que alimentes su ego sin dar nada a cambio; eso es parasitismo.

Cuando te despides de alguien con un «no cambies nunca» en realidad esperas que continúe con los mismos fallos que ya conoces para que no te sorprenda ni te decepcione aún más.