Nadie puede negar que gracias a las nuevas tecnologías es muy fácil comunicarse con otra persona de manera rápida. Muy a menudo las conversaciones son diálogos escritos entre dos fotografías en una pantalla y casi nunca nos paramos a pensar en lo anodino de la situación.
Quisiera poder dejar de contemplar tu fotografía
y convertirme de pronto en una cámara entre tus manos
para así poder percibir tu tibia piel sobre la mía
aunque estuviera hecha de duro metal e inerte plástico,
y probar el agridulce sabor del sudor que regalan
los poros de tu cuerpo bajo el calor del sol de verano.
Deleitarme con tus ojos y la silueta de tu figura
siendo yo cíclope que porta un monóculo cristalino,
o percibir tu floral fragacia sin poseer nariz
digna de tales perfumes secretos y afrodisíacos
para luego grabar en mi olvidada memoria el timbre
de tu voz que despierta en el penitente tantos anhelos.
¿Cuándo dejarás de ser una fría imagen congelada,
una instantánea prisionera tras los barrotes del marco,
silenciosas palabras que se suceden una tras otra
en una frívola danza de letras a contratiempo?
¿Cuándo despertará al fin tu corazón del pesado tedio
para convertirte en un ser de carne y hueso a mi lado?
La conversación tradicional cara a cara siempre será mejor.