Pensamiento del día

OctoTrap

No te dejes engañar con trucos baratos, usa siempre tu pensamiento crítico.

La verdad duele una vez nada más, las mentiras lo hacen cada vez que se recuerdan y las incertidumbres en cada instante de duda.

Algunas personas son como las canciones que escuchamos en la radio mientras conducimos, cuando llegamos a casa provocan en nosotros sensaciones totalmente diferentes.

Desde la estepa

Esta Armanda, a la que hoy veía yo por segunda vez, sabía todo lo mío, no me parecía posible tener nunca ya un secreto para ella. Podía ocurrir que ella acaso no hubiese comprendido del todo mi vida espiritual; en mis relaciones con la música, con Goethe, con Novalis o Baudelaire no podría acaso seguirme, pero también esto era muy dudoso, probablemente tampoco le costaría trabajo. Y aunque así fuera, ¿qué quedaba ya de mi «vida espiritual»? ¿No había saltado todo en astillas y no había perdido su sentido? Todo lo demás que me importaba, todos mis otros problemas personales, éstos sí había de comprenderlos, en ello no tenía yo duda. Pronto hablaría con ella del lobo estepario, del tratado, de tantas y tantas cosas que hasta entonces sólo habían existido para mí y de las cuales nunca había hablado una palabra con persona humana. No pude resistirme a empezar en seguida.

–Armanda –dije–: el otro día me sucedió algo maravilloso. Un desconocido me dio un pequeño librito impreso, algo así como un cuaderno de feria, y allí estaba descrita con exactitud toda mi historia y todo lo que me importa. Di, ¿no es asombroso?

–¿Y cómo se llama el librito? –preguntó indiferente.

–Se llama Tractat del lobo estepario.

–¡Oh, lobo estepario, es magnífico! ¿Y el lobo estepario eres tú? ¿Eso eres tú?

–Sí, soy yo. Yo soy un ente, que es medio hombre y medio lobo, o que al menos se lo figura así.

Ella no respondió. Me miró a los ojos con atención investigadora, miró mis manos, y por un momento volvió a su mirada y a su rostro la profunda seriedad y el velo sombrío de antes. Creí adivinar sus pensamientos, a saber, si yo sería bastante lobo para poder ejecutar su «última orden».

–Eso es naturalmente una figuración tuya –dijo ella, volviendo a la jovialidad–; o si quieres, una fantasía. Algo hay, sin embargo, indudablemente. Hoy no eres lobo, pero el otro día, cuando entraste en el salón, como caído de la luna, entonces no dejabas de ser un pedazo de bestia, precisamente esto me gustó.

Se interrumpió por algo que se le había ocurrido de pronto, y dijo con amargura:

–Suena esto tan mal, una palabra de esta clase como bestia o bruto. No se debería hablar así de los animales. Es verdad que a veces son terribles, pero desde luego son mucho más justos que los hombres.

–¿Qué es eso de «justo»? ¿Qué quieres decir con eso?

–Bueno, observa un animal cualquiera: un gato, un pájaro, o uno de los hermosos ejemplares en el Parque Zoológico: un puma o una jirafa. Verás que todos son justos, que ni siquiera un solo animal está violento o no sabe lo que ha de hacer y cómo ha de conducirse. No quieren adularte, no pretenden imponérsete. No hay comedia. Son como son, como la piedra y las flores o como las estrellas en el cielo. ¿Me comprendes?

Comprendía.

–Por lo general, los animales son tristes –continuó–. Y cuando un hombre está muy triste, no porque tenga dolor de muelas o haya perdido dinero, sino porque alguna vez por un momento se da cuenta de cómo es todo, cómo es la vida entera y está justamente triste, entonces se parece siempre un poco a un animal; entonces tiene un aspecto de tristeza, pero es más justo y más hermoso que nunca. Así es, y ese aspecto tenias, lobo estepario, cuando te vi por primera vez.

Hermann Hesse. El lobo estepario

Pensamiento del día

Minesweepers

Hay terrenos demasiado peligrosos como para adentrarse en ellos.

Las palabras que más tardamos en decir son aquellas que terminan no siendo dichas.

Hay personas que parecen normales hasta que las conoces; nunca te olvides de ser increíble.

La flor y el abejorro

Flores de Pascua [y III]Estaba un día el abejorro volando sobre los jardines que se hallaban cercanos a su panal cuando de pronto llegó hasta él un aroma increíblemente seductor. Guiado por su particular sentido del olfato fue a dar hasta una de las flores más bellas y extrañas que había visto hasta entonces, era una orquídea.

«Qué bien hueles» le dijo el abejorro en un arranque de sinceridad a lo cual la flor le respondió con un agradecimiento. Comenzaron entonces a hablar, el insecto estaba interesado en conocer más sobre ella, su origen, su viaje hasta aquel lugar y otros detalles como las particularidades de su especie. El abejorro se había olvidado completamente de libar el néctar de la flor, tenía otros intereses y la orquídea se había percatado de este hecho, así que le hizo saber que le encantaba haber encontrado un abejorro que no la quisiera únicamente para esos menesteres.

El abejorro también le confesó que estaba cansado de andar de flor en flor y deseaba encontrar una con la que se sintiese realmente bien, con quien pudiese conversar, compartir momentos y no solamente encuentros fugaces. Las coincidencias se agolpaban a cada nueva frase, los dos decían en común las mismas intenciones y el insecto no pudo evitar sentir cierto sentimiento reconfortante en su interior ante la perspectiva.

Ya se hacía tarde y el abejorro debía volver de nuevo al panal si no quería perder la orientación del sol y morir congelado en la fría noche de invierno, así que se despidió de la orquídea con confesiones recíprocas del deseo de volver a encontrarse. A los pocos días volvió a pasar de nuevo por aquel lugar en busca de la flor pero no pudo encontrarla por ninguna parte. Extrañado preguntó al resto de plantas que se encontraban allí y le contaron que la orquídea había sido llevada a otro lugar un buen día.

El abejorro no sabía leer, pero aquel sitio era una floristería. De haber conocido este importante detalle hubiese sabido inmediatamente que no se debe tener demasiadas expectativas puestas en las flores que se encuentran en esos lugares.

Pensamiento del día

Lo que ayer era un gran escándalo mañana puede ser de lo más normal; lo importante es valorar siempre en el presente.

Si no eres una persona guapa y con mucho dinero no te debes preocupar porque así sabrás que quien esté contigo lo hará porque realmente le gustas.

La fuerza de voluntad no es más que la manera manejar correctamente la ansiedad que provoca en nosotros las dificultades para alcanzar nuestros objetivos.

Desde la estepa

–Tiene usted razón en esto –concedí–. Por desgracia, es una costumbre, un vicio en mí decidirme siempre por la expresión más cruda posible.

Hermann Hesse. El lobo estepario