Llega un punto en el que procrastinar se convierte en todo un modo de vida.
No existe una manera determinada para ser considerado como alguien especial, la clave está en ser uno mismo; arrojar opiniones sobre nosotros es labor del resto.
Ser especial supone ser valorado de manera distinta, es decir, saberse fuera del tedioso saco de la normalidad imperante pero, a la vez, intentando agradar y evitando ser considerado como alguien indeseable, lo cual es todo un reto.