«Nunca», «jamás» o «siempre» son palabras muy cortas para demasiado tiempo; «todo», «nada», «mucho» o «poco» son unas cuantas letras que no hacen justicia a la cantidad que representan; no uses ninguna de ellas a la ligera.
Toda palabra es una acción es sí misma y, como tal, tiene sus consecuencias.
A pesar de ser una entidad abstracta, una palabra puede ser tan pesada como una losa o tan ligera como para que se la lleve el viento; tan agradable como una caricia de terciopelo o tan hiriente como un puñal frío; y sin embargo, la misma palabra puede ser distinta para cada uno de nosotros.