No existe otro lugar de la casa donde se produzca una mayor generación de pensamientos. Unos dicen que en tu cuarto, cuando te acuestas en tu cama, justo en esos instantes previos a dormirte. Otros dicen que en la cocina, cuando estás fregando la loza. Es cierto, en estos lugares se generan muchos pensamientos porque son zonas de elevada actividad electromagnética dentro de nuestra vivienda, pero ninguno es comparable al baño.
Cuando te estás afeitando o cepillando los dientes, estás mirándote al espejo pero realmente no te estás mirando, estás mirando a través de él, a través de tu reflejo y estás ahondando en tu psique. Cuando estás sentado en el inodoro, no estás leyendo esa revista o ese libro, estás con la mirada perdida sobre unas páginas mientras tu cabeza está en otro lado.
Pero el mejor momento para mí, el de mayor carga metafórica, es la ducha. El agua cae sobre ti, te enjabonas, limpias tu cuerpo, pero a la vez estás haciendo lo mismo con tu mente. Piensas, desechas, limpias, creas, destruyes… Todo eso en un instante, porque son actos mecánicos a los que no necesitas prestar atención y te dejan todo el tiempo para ti y tus desvaríos.
Por si fuera poco, siempre van seguidos el momento de despertarme con el de la ducha, así que mi maquinaria de imaginería mental apenas se detiene, con todas las posibilidades que se derivan de ello. Hoy ha sido un momento del baño especialmente productivo, pero ya hablaré con cada una de las personas implicadas.