Las verdades de tu pelo me enseñaron muchas cosas, pero muchas de ellas no las aprendí. Nunca aprendí a prescindir de mis amigos ni de mi familia. Tampoco aprendí a faltar al respeto a las personas que quería y quiero. No aprendí a ser tan egoísta como para abandonar a nadie a costa de mis aspiraciones. Jamás aprendí a negarte mi cuerpo y mis caricias…
Y hay muchas cosas más, sólo que ya no me acuerdo de todas. Solamente te agradezco todo lo que me enseñaste, tanto lo bueno como lo malo. Menos mal que la mayoría de las veces supe qué debía aprender y qué no. Como dice Fito:
«Todo lo que no aprendí nunca se me ha olvidado»