¿Cuántas veces discutimos con alguien y no volvemos a hablar con esa persona durante mucho tiempo? A menudo ocurre que las causas de la discusión se desvirtúan y ya no recuerdo por qué existe una enemistad, pero como el hombre es un animal con alta capacidad de adaptabilidad pues nos acostumbramos a este mutismo declarado. Otras veces simplemente existe el temor de volver a reavivar la situación y es por eso que preferimos dejarlo como está, cada uno en su trinchera particular. El rencor es el último elemento para añadir a la ecuación, gracias al cual la reconciliación será inviable por una o ambas partes. La verdad es que todo esto es un rollo…
Yo añadiría el no quere volver a herir, cuando desde la distancia vemos la futilidad de aquella discusión que parecía iba a cambiar el mundo, y hoy en la lejanía del tiempo vemos como lo que era, un destemple fuera de lugar. Después de todo, las heridas con el tiempo no son tan profundas.
El tiempo no es el único factor que influye en la cicatrización de las heridas. También hay que tener una predisposición a que sanen, porque hay much@s por ahí que parece que sienten un placer masoquista con las heridas sangrantes.
De todo tiene que haber en la viña, incluso uvas.