Anuncio de las nuevas zapatillas Adidas a cargo de la señorita Jenna Jameson, actriz porno consagrada. El anuncio es una mierda en realidad, no le veo sentido alguno, salvo los dos grandes melones prietos que luce la muchacha, enfundada en una camiseta dos tallas menor que la que debería llevar. Mejor que vean ustedes mismos…
¿De qué están hechos los sueños? Algún tipo de materia viscosa pero a la vez también gaseosa porque mientras duermes te envuelve y se pega a tí, pero cuando suena el despertador se disipa rápidamente.
[M] aparecía en mi sueño, cosa que no ocurría desde hacía muchos meses. En el sueño estábamos en una sala con columnas, [I] sentado frente a un ordenador portátil y [T] a su lado leyendo manga. No sé cómo llegué allí, me aparecí o simplemente entré por la puerta, no lo sé, pero [T] se volvió, me miró y me saludó efusivamente. Dejé la mochila que siempre llevaba a clase en la Universidad en el suelo y le devolví el abrazo. Yo estaba feliz de verlo, y también en parte por comprobar que no guardaba ningún tipo de rencor hacia mí por nada de lo ocurrido. [I] no movió un músculo ante mi saludo, no se lo reprocho.
[T] y yo hablamos de cómo nos iban las cosas, todo muy normal hasta que de pronto percibo el sonido de unos pasos. Miré hacia mi derecha y veo a [M] vestida igual que Sumomo, algún tipo de cosplay o algo parecido. [T] me dio una palmada en el hombro como queriendo decirme «bueno, nos vemos otro día» e invitándome a que me fuese antes de que ella llegase a nuestra altura.
Todo ocurrió muy rápido, ella llegó hasta nosotros, le dio un beso a [T] y luego me dedicó una mirada extraña, como exigiéndome una respuesta de por qué estaba allí, importunando. Me sorprendió cuando me dijo un escueto «hola» y yo le respondí lo mismo. Quería huir, salir de allí; [I] se había vuelto en su silla y me miraba, [T] me miraba y [M] me miraba, todos me miraban, cada uno de una forma distinta. Me di la vuelta y salí por la puerta que acababa de materializarse milagrosamente a mi espalda.
Una vez en el pasillo oí cómo [M] profería gritos de lo que adivinaba que era odio mezclado con frustración, y recordé que había dejado mi mochila allí dentro. No quería volver a entrar, pero en mi mochila había algo importante que no podía perder, no sé qué podía ser, pero la sensación imperiosa de recuperarlo me hizo tomar aire y aventurarme a regresar a aquel lugar.
Entré de nuevo justo a tiempo para cortar el principio de una frase de [M], tal vez sorprendida por mi osadía por estar de nuevo ante su presencia. Otra vez me miraban todos, sentía sus miradas en mí mientras caminaba mirando al suelo hasta dar con mi mochila. Me agaché, la recogí y me marché, escapando del odio que emanaba aquel lugar.
Luego sonó el despertador y salté de la cama, no quería volver allí.