–No se sabe lo que es querer a una persona hasta que lo sientes de verdad. ¿Tú que piensas?
–¿Y como sabes que lo sientes de verdad?
–No lo sé. Aunque yo tengo una duda: si querer no es algo que se pueda medir, ¿cómo sabes cuándo lo haces de verdad? No hay nada que te diga este es el límite o que se pueda querer más; no hay nada que te indique. Entonces, ¿cómo haces?
–Esa misma pregunta hice yo antes, la hice porque no tengo respuesta.
–Es que he estado pensado. Podrías decir «es que a tal persona la quiero más que a tal otra» pero, ¿cómo puedes saber qué es más o menos? El grado de afinidad por una persona puede estar condicionado por el tiempo que pasas con ella o por las ganas que tienes de estar con ella, pero aún así no es algo medible, es algo plenamente subjetivo. Vaya problema…
–¿Tú a quien quieres más, a mí o a ella?
–A ti…
–¿Y cómo lo sabes?
–No lo sé, y no lo sé porque no se puede medir. Si querer a alguien es querer pasar la mayor parte del tiempo con esa persona, entonces, te quiero más a ti. Lo siento, pero no sé cómo se puede medir «querer a alguien».
–Bueno, no sé…
–Umm… Tú a quién quieres más, a mí o a… A ver quién puedo decir… Ayúdame… A él, por ejemplo.
–A ti…
–¿Y cómo lo sabes?
–Pues porque prefiero pasar la mayor parte del tiempo contigo y a él prefiero no verlo.
–Al fin y al cabo querer a alguien es «estar enganchado» a alguien. El amor es una droga, y no es una metáfora ni nada parecido. Es completamente cierto, es un hecho fisiológicamente demostrado. Tú quieres a alguien simplemente porque te produce una disminución de serotonina que te hace sentir bien, eufórico, y eso se va acrecentando a medida que estás más con esa persona. Al final acabas enganchado, necesitas tu dosis y no hay otra manera de conseguirla que estar con esa persona. Por eso el hombre se ha inventado eso de querer. Querer algo es necesitar algo.
–Pues sí…
–El amor implica querer a alguien, ¿no?
–Según lo que has dicho tú, sí.
–No, no. Te pregunto, y no me contestes según lo que digo yo. Cuando tú estás enamorada de alguien quieres a esa persona, ¿no?
–¿Y cómo sé que estoy enamorada de esa persona?
–Pues… Porque la quieres más que al resto de la gente que quieres. ¿Puede ser?
–Sí, puede ser…
–Bueno, si tenemos en cuenta que amar es querer, y querer es necesitar, y necesitar implica una dosis, y como la dosis que necesitas es de una droga, ¿no es de esperar que suceda lo mismo que con una droga? Es decir, que cada vez necesitas más, te acostumbras a una dosis determinada y quieres más cada vez. Pues si no lo consigues se supone que buscarás otra manera de conseguirlo, vamos, que buscas otra persona que quieras para que te dé la droga que necesitas tomar y empieza otra vez lo mismo, más y más y más… Hasta que tienes que buscar otra. Por eso sostengo la teoría de que el amor para siempre no existe, y no porque no lo deseemos, sino porque fisiológicamente es imposible.