La realidad

Molino de agua

Ya sé que no tiene rima, ni asonante ni consonante, pero me apetecía escribirlo y ya está. Las reclamaciones han de ser trasmitidas al servicio de atención al cliente.

Incluso cuando he sido golpeado por una realidad mejor
he recogido los trozos desperdigados de mi propio yo.
En verdad no importa cuántas veces me visite el final porque
en cada ocasión me ha animado con una palmada en mi espalda.
Preocuparse continuamente por el significado de las cosas
no necesariamente nos permite dejar de estar confusos.
Muy al contrario, a menudo obceca nuestra mente y sentidos
y siempre nos lleva de nuevo hasta una nueva pregunta.

Puedo dibujar el contorno del futuro porque sus límites
están cimentados sobre todas las osadías del pasado
y construidos con los acontecimientos del presente.
Pero tal vez no lleguen a ser porque son sólo incertidumbres.

Escalar este alto muro es muy distino a lo que pensaba
pero avanzar hasta el otro lado hará que se desvanezca.
Delante tengo un largo y tortuoso camino por recorrer
que fue elegido hace tiempo por mí mismo, no por nadie más.

Tuvimos que arder, yo junto con todos mis tenues sueños
para rasgar así la oscuridad con la luz de nuestra llama.
Pero ante todo sé que al otro lado del muro derrumbado
a mi espalda estarán las ruinas y podré ver mi propio cielo.

En realidad, es ley de vida.

Pensamiento del día

Hay enfermedades contra las que no te puedes vacunar, como por ejemplo la tristeza.

Si repites una mentira muchas veces no se convierte en una verdad, sigue siendo la misma mentira.

Una ilusión es una mentira que interpretamos como real, aunque si la ilusión nunca desaparece puede llegar a ser tomada como una verdad.

Desde la estepa

Muchas veces ha estado usted muy cansado de la vida; usted se afanaba por salir de aquí, ¿no es verdad? Anhelaba abandonar este tiempo, este mundo, esta realidad, y entrar en otra realidad más adecuada a usted, en un mundo sin tiempo. Hágalo usted, querido amigo, yo le invito a ello. Usted sabe muy bien dónde se oculta ese otro mundo, y que lo que usted busca es el mundo de su propia alma. Únicamente dentro de su mismo interior vive aquella otra realidad por la que usted suspira. Yo no puedo darle nada que no exista ya dentro de usted. Yo no puedo presentarle ninguna otra galería de cuadros que la de su alma. No puedo dar a usted nada: sólo la ocasión, el impulso, la clave. Yo he de ayudar a hacer visible su propio mundo; esto es todo.

Hermann Hesse. El lobo estepario

Pensamiento del día

OctoTrap

No te dejes engañar con trucos baratos, usa siempre tu pensamiento crítico.

La verdad duele una vez nada más, las mentiras lo hacen cada vez que se recuerdan y las incertidumbres en cada instante de duda.

Algunas personas son como las canciones que escuchamos en la radio mientras conducimos, cuando llegamos a casa provocan en nosotros sensaciones totalmente diferentes.

Desde la estepa

Esta Armanda, a la que hoy veía yo por segunda vez, sabía todo lo mío, no me parecía posible tener nunca ya un secreto para ella. Podía ocurrir que ella acaso no hubiese comprendido del todo mi vida espiritual; en mis relaciones con la música, con Goethe, con Novalis o Baudelaire no podría acaso seguirme, pero también esto era muy dudoso, probablemente tampoco le costaría trabajo. Y aunque así fuera, ¿qué quedaba ya de mi «vida espiritual»? ¿No había saltado todo en astillas y no había perdido su sentido? Todo lo demás que me importaba, todos mis otros problemas personales, éstos sí había de comprenderlos, en ello no tenía yo duda. Pronto hablaría con ella del lobo estepario, del tratado, de tantas y tantas cosas que hasta entonces sólo habían existido para mí y de las cuales nunca había hablado una palabra con persona humana. No pude resistirme a empezar en seguida.

–Armanda –dije–: el otro día me sucedió algo maravilloso. Un desconocido me dio un pequeño librito impreso, algo así como un cuaderno de feria, y allí estaba descrita con exactitud toda mi historia y todo lo que me importa. Di, ¿no es asombroso?

–¿Y cómo se llama el librito? –preguntó indiferente.

–Se llama Tractat del lobo estepario.

–¡Oh, lobo estepario, es magnífico! ¿Y el lobo estepario eres tú? ¿Eso eres tú?

–Sí, soy yo. Yo soy un ente, que es medio hombre y medio lobo, o que al menos se lo figura así.

Ella no respondió. Me miró a los ojos con atención investigadora, miró mis manos, y por un momento volvió a su mirada y a su rostro la profunda seriedad y el velo sombrío de antes. Creí adivinar sus pensamientos, a saber, si yo sería bastante lobo para poder ejecutar su «última orden».

–Eso es naturalmente una figuración tuya –dijo ella, volviendo a la jovialidad–; o si quieres, una fantasía. Algo hay, sin embargo, indudablemente. Hoy no eres lobo, pero el otro día, cuando entraste en el salón, como caído de la luna, entonces no dejabas de ser un pedazo de bestia, precisamente esto me gustó.

Se interrumpió por algo que se le había ocurrido de pronto, y dijo con amargura:

–Suena esto tan mal, una palabra de esta clase como bestia o bruto. No se debería hablar así de los animales. Es verdad que a veces son terribles, pero desde luego son mucho más justos que los hombres.

–¿Qué es eso de «justo»? ¿Qué quieres decir con eso?

–Bueno, observa un animal cualquiera: un gato, un pájaro, o uno de los hermosos ejemplares en el Parque Zoológico: un puma o una jirafa. Verás que todos son justos, que ni siquiera un solo animal está violento o no sabe lo que ha de hacer y cómo ha de conducirse. No quieren adularte, no pretenden imponérsete. No hay comedia. Son como son, como la piedra y las flores o como las estrellas en el cielo. ¿Me comprendes?

Comprendía.

–Por lo general, los animales son tristes –continuó–. Y cuando un hombre está muy triste, no porque tenga dolor de muelas o haya perdido dinero, sino porque alguna vez por un momento se da cuenta de cómo es todo, cómo es la vida entera y está justamente triste, entonces se parece siempre un poco a un animal; entonces tiene un aspecto de tristeza, pero es más justo y más hermoso que nunca. Así es, y ese aspecto tenias, lobo estepario, cuando te vi por primera vez.

Hermann Hesse. El lobo estepario

Pensamiento del día

Striking Stache

Algunas ideas son demasiado inflamables como para ser expresadas en voz alta.

Aunque a menudo se suelen usar de manera indiscriminada como sinónimos, en realidad los conceptos de sencillez y simplicidad son muy distintos.

Tengo muchas historias y cada vez que cuento esa en particular siempre surge la misma pregunta: «¿y cómo es que pudiste hacer eso?». La verdad es que es muy fácil cuando la otra persona te importa tan poco; lo realmente difícil es llegar hasta ese grado de indiferencia.