Por favor disculpa a mis ojos porque buscan el mar donde no debería estar, y al ver el sol tras el cristal me hacen pensar que hará calor. Igual que pienso en quién era yo para ti y para mí, y cómo, tan falto de todo y nada, confundía lo que había entre nosotros con el amor. Tenías mis latidos a tu merced, a veces clavados como punzadas, cuando me hacías pensar que llegaba el final. Otras, como tormentas con truenos, cuando querías volver a entrar, y yo siempre te dejaba. Y te decía que siempre habría sitio para ti, incluso cuando no lo había, pero yo lo buscaba, desechando otras cosas sólo para hacerte un hueco en mi corazón. Si sabes que sólo quiero nadar en tu mar y acabo siendo un barco varado entre dunas. Si sabes que sólo quiero bañarme en tu calor y tan sólo eres dolorosamente fría. Aún mis ojos sueñan con un amor, ¿quién no lo hace cuando tu compañía es ausencia? Dime... Dime por qué, ¿por qué siempre confundes mis ojos?
Mucho y poco, nada y todo
Sobre aquella colina decidí hacer un trato porque mi cuerpo quería vivir cerca del mar. Y con la sensación abrumadora del instante en realidad no sentía ninguna otra emoción. Creo recordar que me lo dijiste aquella vez: "este momento es el momento, y no habrá otro igual, y no hay nada más que pensar que en el ahora; nada más que disfrutar del aquí y dejarte llevar." Entonces podía escuchar la llamada de la aventura, de los caminos que se abrían ante nosotros. Pero también oía el gruñido de la inquietud porque en el horizonte una tormenta se formaba. No, nunca pensé que fuera fácil y lo sabes, porque en realidad ni tú ni yo lo somos. Mejor cambiemos de tema, hablemos de otras cosas, de mi mucho y de tu poco, de tu nada y de mi todo. Cuando aquella noche le susurré a tu pecho "no ha estado mal, pero creo que me voy a casa" en realidad lo hice porque no te sentía mi hogar. No fue por rencor, tan sólo regalaba sinceridad. Y ahora, cuando miro atrás, me pregunto a solas si es que aquel día dejaste que me marchara porque tú también sabías que era lo mejor o porque ya no tenías miedo a las noches sin mí.
Conversaciones con Demian
Frau Eva asistía con frecuencia a estas conversaciones pero nunca hablaba de esta forma. Era para cada uno de nosotros, cuando exteriorizábamos nuestros pensamientos, un oyente atento, un eco lleno de confianza, de comprensión; parecía que todos los pensamientos manaban de ella y volvían a ella. Estar a su lado, oír de vez en cuando su voz y participar en la atmósfera de madurez y espiritualidad que la rodeaba era para mí la felicidad.
Ella notaba en seguida cuándo se producía en mi un cambio, una confusión o una renovación. Me parecía que los sueños que yo tenía al dormir eran inspiraciones suyas. Muchas veces se los contaba y le resultaban comprensibles y naturales; no había dificultades que ella no siguiera con su clara intuición. Durante un tiempo tuve sueños que eran como reproducciones de nuestras conversaciones del día. Soñaba que todo el mundo estaba revolucionado y que yo, solo o con Demian, esperaba tenso el gran destino. Este permanecía oculto pero llevaba los rasgos de Frau Eva: ser elegido o rechazado por ella era el destino.
A veces me decía sonriente:
–Su sueño no está completo, Sinclair, ha olvidado usted lo mejor.
Y podía suceder que yo volviera a recordar nuevos fragmentos y no pudiera comprender cómo antes los había olvidado.
De vez en cuando me sentía inquieto y los deseos me atormentaban. Creía no poder resistir verla junto a mí sin estrecharla entre mis brazos. También esto lo notaba en seguida. Una vez estuve varios días sin aparecer; por fin volví confuso y ella me condujo a un lado y me dijo:
–No debe usted entregarse a deseos en los que no cree. Sé lo que desea. Pero tiene que saber renunciar a esos deseos o desearlos de verdad. Cuando llegue a pedir con la plena seguridad de que su deseo va a ser cumplido, éste será satisfecho. Sin embargo, usted desea y al mismo tiempo se arrepiente de ello con miedo. Hay que superar eso. Voy a contarle una historia.
Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía, o creía saber, que una estrella no puede ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dio unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella.
–El amor no debe pedir –dijo–, ni tampoco exigir. Ha de tener la fuerza de encontrar en sí mismo la certeza. En ese momento ya no se siente atraído, sino que atrae él mismo. Sinclair: su amor se siente atraído por mí. El día que me atraiga a sí, acudiré. No quiero hacer regalos. Quiero ser ganada.
Un tiempo después me contó otra historia. Se trataba de un enamorado que amaba sin esperanza. Se refugió por completo en su corazón y creyó que se abrasaba de amor. El mundo a su alrededor desapareció; ya no veía el azul del cielo ni el bosque verde; el arroyo ya no murmuraba, su arpa no sonaba; todo se había hundido, quedando él pobre y desdichado. Su amor, sin embargo, crecía; y prefirió morir y perecer a renunciar a la hermosa mujer que amaba. Entonces se dio cuenta de que su amor había quemado todo lo demás, de que tomaba fuerza y empezaba a ejercer su poderosa atracción sobre la hermosa mujer, que tuvo que acudir a su lado. Cuando estuvo ante él, que la esperaba con los brazos abiertos, vio que estaba transformada por completo; y, sobrecogido, sintió y vio que había atraído hacia sí a todo el mundo perdido. Ella se acercó y se entregó a él: el cielo, el bosque, el arroyo, todo le salió al encuentro con nuevos colores frescos y maravillosos; ahora le pertenecía, hablaba su lenguaje. Y en vez de haber ganado solamente una mujer, tenía el mundo entero entre sus brazos y cada estrella del firmamento ardía en él y refulgía gozosamente en su alma. Había amado y, a través del amor, se había encontrado a sí mismo. La mayoría ama para perderse.
Mi amor hacia Frau Eva era el único sentido de mi vida. Pero ella cambiaba cada día. A veces creía sentir con seguridad que no era su persona por la que se sentía atraída mi alma, sino que ella era un símbolo de mi propio interior que me conducía más y más hacia mí mismo. A menudo oía palabras de ella que me parecían respuestas de mi subconsciente a preguntas acuciantes que me atormentaban. Había momentos en los que me devoraba el deseo y besaba los objetos que habían tocado sus manos. Y lentamente fueron superponiéndose el amor sensual y el amor espiritual, la realidad y el símbolo. Podía suceder que en mi habitación pensara en ella con tranquila intensidad y sintiera su mano en mi mano y sus labios en los míos. Otras veces estaba con ella, miraba su rostro, le hablaba, escuchaba su voz y no sabía si era realidad o sueño. Comencé a intuir de qué modo se puede poseer un amor eternamente. A veces, leyendo un libro, descubría una nueva idea; era como un beso de Frau Eva. Me acariciaba el pelo y me dedicaba una sonrisa cálida y perfumada, y yo tenía la misma sensación de haber dado en mí un paso adelante. Todo lo que me era importante y definitivo, adquiría su figura. Ella podía transformarse en cada uno de mis pensamientos, y cada uno de mis pensamientos en ella.
Había temido las vacaciones de Navidad, que pasé en casa de mis padres, porque creía que iba a ser un tormento vivir dos semanas enteras lejos de Frau Eva. Pero no lo fue. Era una delicia estar en casa y pensar en ella. Cuando volví a H. pasé aún dos días sin ir a su casa para disfrutar de aquella seguridad e independencia de su presencia física. También tenía sueños en los que mi unión con ella se realizaba en nuevas formas simbólicas. Ella era un mar en el que yo desembocaba. Era una estrella y yo otra que caminaba hacia ella; y nos encontrábamos, nos sentíamos atraídos mutuamente, permanecíamos juntos, girando dichosamente el uno en torno al otro en órbitas próximas y armónicas.
Cuando volví a verla, le relaté este sueño.
–El sueño es hermoso –dijo tranquilamente–, hágalo realidad.
Hermann Hesse. Demian
Quisiera
¿De qué sirve querer algo si no se hace nada por conseguirlo? Es un deseo suspendido en el aire que va consumiendo poco a poco lo que hay a su alrededor, como una estrella que brilla cada vez con mayor intensidad y puede llegar a quemar.
Quisiera callar a veces de pronto nuestras conversaciones usando mis taimados besos y caricias como coartadas, componiendo con tus suspiros una sinfonía de placeres, escribiendo con mi boca canciones en tu cuello y tu espalda. Quisiera ser para tu erótica música ese baile sensual, acaso pincel que regala sueños de colores a tu lienzo, mientras tus uñas rasgan el frágil velo que protege mi piel y mis dientes señalan en tu mapa la equis de tu tesoro. Quisiera ser ese lunar que me tienta caprichoso y travieso para así permanecer más cerca de tus labios y tu sonrisa, y hacer que mis dedos se enredaran entre tu pelo revoltoso como riendas en las manos del jinete que cabalga aprisa. Quisiera verte cimbrear las formas que bajo tu ropa siento igual que la caña de azúcar que bajo la fiera tempestad se mece, se dobla y después del impetuoso azote del viento se revela tan dulce para reclamar de nuevo su lugar. Quisiera ser para ti esa lluvia de tibias gotas saladas que se atreve a caer perlando todo tu cuerpo de sudor y consigue inundar tus pensamientos con húmedas promesas en una tormenta apasionada de placeres sin pudor. Quisiera naufragar en tu océano de impetuosas corrientes para aferrarme a tu pecho como aquel marinero perdido que crea una balsa con los restos del que fuera su navío para finalmente en los bajíos de tu cuerpo quedar varado. Quisiera permanecer en la frondosa isla de tus encantos y convertirme por un sortilegio en un pequeño colibrí para libar el acaramelado néctar, siempre volando, de esa flor tropical tan celosamente guardada en tu jardín. Quisiera conseguir dejar de soñar con todas estas cosas pero me es imposible porque toda tú eres una fantasía, figura retórica e inspiración de mis versos y mi prosa, la viva imagen de mis anhelos, todo lo que mi cuerpo ansía.
Sin embargo, ¿de qué sirve querer escapar si no se puede hacer nada por evitarlo?
Inspiración acuática
No sé qué ocurre en la ducha, pero para mí funciona como fuente de inspiración. Debe ser el agua…
Esperar Esperar por tu amor es aguardar una tormenta que antes de ser furia y caos fue una tranquila calma, pero al igual que aquel reo espera final sentencia y que con gran vehemencia inocente se declara. Esperar por esos labios a mi ser no apacigua y tu piel a mi piel cual dulce tentación se antoja, mientras llamas de inquietud de mis entrañas afloran tratando en vano despertar de ese sueño a tu alma. Esperar por ti es un mal capricho que se desea como el hambriento que mira el fruto que ha madurado, como todas esas letras que a tu nombre dan forma y con las que mi abecedario ansía ser completado.
Pensamiento del día
Si el día no está soleado piensa que por encima de las nubes el sol estará brillando.
Es una lástima que tengamos que sufrir la injusticia de los prejuicios creados por culpa de otros que estuvieron antes que nosotros.
Todos, alguna vez en nuestra vida, hemos sido náufragos en nuestros propios océanos porque el barco de la ilusión en el que viajábamos ha zozobrado por causa de una tormenta de realidad.