Bueno, procrastinando un poco [como siempre], no me he puesto a escribir acerca de las mini-vacaciones por tierras majoreras, qué le vamos a hacer, pero es que las noches desde que llegué han estado ociosas en casa de [E] jugando al 50×15 versión juego de mesa.
El viernes nos recibieron en el aeropuerto y nos llevaron a la playa. He de decir que el sol en Fuerteventura no es igual que en Tenerife, porque a los 20 minutos de estar en la playa mi piel ya había adquirido cierto tono rojizo, es decir, la DME para mi dermis no es la misma en Punta Brava que en la playa de Caleta de Fuste [a.k.a. El Castillo].
La noche del viernes se confundió con la mañana del sábado por aquello de haber ido a Jandía a la terraza anexa a la de los campeonatos de windsurf, haber estado bebiendo ron Santa Teresa con refresco de cola para quitar el frío y haber dormido dos horas en el coche. La fiesta estuvo genial, ya que el hecho de estar en pantalones cortos y bailando sobre la arena de la playa al ritmo de diferentes canciones con muchachas endémicas de la isla hizo que se pasara el tiempo prácticamente volando. Luego vino el baño mañanero y una cabezadita en las hamacas de la playa durante una hora para luego desayunar unos sandwiches de queso y chorizo con zumito de melocotón. Total, que me vine a quitar las lentillas 27 horas después de habérmelas puesto, y demos gracias a que no me hicieron daño y no acabé con los ojos inyectados en sangre.
Llegamos a Corralejo a las doce y algo, y fue caer en la cama y quedar roque hasta las 7 de la tarde, buena hora para empezar a prepararnos para salir a cenar y luego continuar con la fiesta. Tanto fue así que me vine a dormir a las 8 de la mañana del domingo después de incontables cervezas y sugerentes bailes. En cuanto a la compañía femenina, me abstengo de comentar nada al respecto :angelnot:.
El domingo a las 2 de la tarde cogimos el coche y nos fuimos al Cotillo, a una cala remota llama Esquinzo. Desde lo alto del acantilado divisamos una playa preciosa a la que se accede por un camino de cabras para luego descender por una duna inmensa hasta el nivel del mar. Había 20 personas a lo sumo, y la mitad estaba en el agua con tablas de surf aprovechando las pequeñas olas que se formaban. Lo pasé del diez, aunque también tuvo mucho que ver la buena compañía, todo sea dicho de paso.
En la noche del domingo ya se hacía notar el cansancio acumulado de los días anteriores, así que directamente nos fuimos a dormir a la cama porque al día siguiente había que madrugar para ir al aeropuerto. Ya el lunes vino la parte más triste del viaje, la despedida, pero con promesas [y muchas ganas] de volvernos a ver.
Mención especial a Islas Airways con su retraso de 1 hora sobre el horario previsto de regreso a Los Rodeos, pero bueno… Siempre tiene que haber algo malo, y me alegro que haya sido al final del viaje.