Excepto a veces

Me va muy bien sin ti.

Excepto cuando cae una lluvia suave que gotea de las hojas como lágrimas, y entonces recuerdo la emoción que me provocaba estar abrigado en tus brazos, junto a tu pecho.

Te he olvidado tal y como debería, por supuesto que sí, excepto cuando miro tus fotos, escucho tu nombre aunque no seas tú a quien llama, o alguien que pasa a mi lado lleva tu mismo perfume.

Pero te he olvidado tal y como debería.

La verdad, qué idiota soy al pensar que la razón podría engañar a la emoción. ¿Qué hacer? ¿Debería enviar una carta? ¿Debería llamar una vez más? No, es mejor que siga con el plan.

Sin ti, por supuesto, pero me va muy bien.

Excepto tal vez en invierno, cuando el frío que repta por mi cuerpo intentando atraparme me recuerda el calor que nos regalábamos bajo las sábanas.

Pero me va muy bien sin ti, por supuesto que sí.

Excepto tal vez en primavera, en verano, o en otoño, aunque sé que nunca debería pensar en las estaciones que ya han pasado o que han de llegar, porque eso seguramente volvería a romper mi corazón en dos.

Océanos de noches

Náufragos en la nocheSus ojos son dos noches sin luna ni estrellas y yo, como un marinero con rumbo incierto, en ellos naufragué. Y para mantenerme a flote me aferré a sus caderas, con uñas y dientes, hasta que quedé varado en la playa de aquellas sábanas. Y bebí de sus pechos, mordí sus labios y paseé por el húmedo jardín de su isla para poder sobrevivir.

Desde el primer momento fue la excusa para luchar cada instante como si fuera el último, dibujando una sucesión de nuevos recuerdos ya vividos. Comprobando que aún soy diestro con mi mano zurda, a pesar de la anquilosante facilidad de la costumbre, y tejí con su pelo una urdimbre de besos y un encaje de palabras, para vestir mi piel con su piel y despeinar sus sueños con mis sueños.

No es fácil cuando cada día tienes que luchar contra la naturaleza y el tiempo. Entonces rezas y pides ayuda a una deidad, pero a menudo recibes respuestas calladas y silencios elocuentes. Con el paso de los años te das cuenta que cada día estamos más cerca del final de la aventura, y ahora me gustaría poder darme un consejo: «no te permitas el lujo de sufrir».

Porque en materia de sentimientos, sufrir es una elección que sale demasiado cara.

My Big Breasts and Me

Por casualidad topé con este documental de la BBC en la que se habla de los problemas que sufren en Reino Unido las mujeres con grandes pechos. Está en inglés, pero si sólo quieres ver tetas, el idioma no será un problema para ti. Si realmente quieres culturizarte, a no ser que manejes bastante el inglés no te vas a enterar de mucho.

¿Sabías que…?

  • Las mujeres inglesas tienen los mayores pechos de Europa.
  • El tamaño medio del pecho en Reino Unido está entre una 95C y una 90E comparado con hace 10 años que era una 90B.
  • Cerca de un 80% de las mujeres llevan una talla equivocada de sujetador.
  • Las operaciones de reducción de pecho fueron un 19% en 2006.
  • La mitad de las mujeres en Reino Unido considerarían la cirugía estética; el 36% consideraría la operación de pecho.
  • Se estima que 26.000 mujeres tuvieron un aumento de pecho en 2006.

Pensamiento del día

secretary

Vivan las mujeres de labios sugerentes y pechos generosos.

Sólo los jefes tienen el privilegio de poder elegir a sus secretarias.

Cuando todo sube, lo único que baja es la ropa interior.

Sus pechos

Relato acerca de unos pechos. Creo que no llega a ser erótico, pero por si las moscas le pongo el tag.

Spoiler Sus pechos no eran grandes y tampoco me gustaba su forma, pero yo no se lo decía; ¿qué me hubiese dicho ella? A ninguna mujer le gustaría que le dijese que tiene unos pechos feos bajo mi subjetivo punto de vista. Ahora mismo no recuerdo si me pidió alguna vez mi opinión acerca de ellos, pero nunca le hubiese dicho la verdad aunque tampoco le hubiese dicho una mentira. Hubiese optado por una respuesta tangencial, intentando no contarle mis verdaderos pensamientos.

Queixo TetillaTenían un tacto extraño, no eran turgentes ni tenían la piel tersa como otros, más bien parecía que se dejaban vencer por la gravedad con demasiada facilidad, como si estuviesen cansados de sí mismos o de su anfitriona. No era el peso lo que les confería esa forma, era algo inherente en ellos, porque no eran redondos sino más bien alargados y estrechos, como un queso de tetilla en posición vertical y algo derretido. Parecía como si fuesen veinte años mayores respecto a la edad de su propietaria.

Cuando los agarraba no eran mis manos las que se adaptaban a ellos, más bien eran mis dedos los escultores que les daban forma. Puedo afirmar con total sinceridad que no me gustaban. Cuando estaba vestida parecían más bellos de lo que eran en realidad, y me hacía sentir como un niño que mira con asombro la forma que tiene su regalo de Navidad, imaginándose el contenido, para luego desilusionarse al comprobar la verdad oculta bajo capas de papel y relleno.

Antes de verla en su desnudez me comentó una vez que querría tener unos pechos mayores. Le miré directamente al escote y le contesté que no hacía falta, que así estaba muy bien. Ese día llevaba una camiseta muy ajustada y apretada…