Pensamiento del día

Puente Galcerán [III]

Sabes que no echas de menos a alguien cuando al pasar por esa calle ya no miras hacia su casa.

Algunas personas tan sólo quieren que alimentes su ego sin dar nada a cambio; eso es parasitismo.

Cuando te despides de alguien con un «no cambies nunca» en realidad esperas que continúe con los mismos fallos que ya conoces para que no te sorprenda ni te decepcione aún más.

Guapos y feos

P5300216No sé qué manía tiene todo el mundo de sacarles parecidos a los niños, que si la nariz del padre, los ojos de la abuela, el pelo de la tía, las manos del primo… Señoras y señores, los niños no se hacen juntando piezas de otros puzles, no sean pesados.

Si creces y te conviertes en alguien guapo, muchas personas de tu familia se apuntarán el tanto diciendo que es porque te pareces a ellos. Sin embargo, el resto de la gente te mirará con resentimiento porque todo el mundo asume que las personas guapas tan sólo viven su vida intentando caer bien y ser encantadoras, y por lo tanto son un montón de parásitos con la cabeza hueca. No encontrarás muchas simpatías sinceras, porque el resto del mundo piensa con envidia que las personas guapas tienen vidas perfectas. Esto dará como resultado una existencia amarga y solitaria.

Por otra parte, si creces y te conviertes en alguien feo, tus familiares te mirarán con benevolencia diciendo que al menos tienes alguna cualidad buena aunque secretamente dirán que te pareces a uno de esos parientes lejanos de los que nadie quiere hablar. Todo el mundo te querrá porque tienes peor aspecto que ellos pero, sin embargo, no le gustarás a casi nadie precisamente porque tu aspecto es mucho peor de lo que nadie sería capaz de aceptar. Esto dará como resultado una vida amarga y solitaria.

Nadie puede elegir ser feo o guapo. Independientemente del caso, la mejor opción posible para sobrellevarlo es tener sentido del humor y ser sarcástico, sobre todo sarcástico.

Símiles

La soledad de la paredHay quien dice que el amor es como un parásito que se introduce en tu interior y que se alimenta de tus emociones para hacerse cada vez más y más grande y ocupar la mayor parte de tu espacio reservado para los sentimientos. Como en toda relación de parasitismo, el parásito siempre conseguirá mayor beneficio de la relación que el hospedador que, de hecho, se verá perjudicado por él. Existen casos en los que dos personas son hospedadores del mismo parásito, aunque no es extraño observar parásitos que se introducen en un único hospedador. Si alguna vez el amor abandone el cuerpo del individuo, éste tendrá que vivir con las secuelas derivadas de la interacción. Hay personas que no llegan a recuperarse nunca de un amor y hay otras que, una vez superado el proceso de recuperación, vuelven a ser atacadas de nuevo por este parásito en una especie de ciclo retroalimentado.

También hay quien sostiene que el amor es un agente patógeno del que no se conoce con certeza el modo de transmisión. Es más, no se ha llegado a aislar nunca en laboratorio ni se ha podido observar directamente, simplemente se conocen los síntomas derivados de su contagio al igual que una enfermedad. La hipótesis es que, de manera similar a un virus, provoca una modificación del medio intracelular de manera que altera la actividad cognitiva normal del individuo. Al igual que ocurre con la teoría del parasitismo, la infección puede ser individual o puede involucrar a más personas, aunque lo normal es que sean dos. Si la infección desaparece del cuerpo de la persona, se producen secuelas muy parecidas a las del parasitismo.

Sea como fuere, el amor es tan complejo que intentar definirlo o analizarlo es una tarea muy difícil. La cuestión es que como un símil del fuego, se alimenta y usa como combustible cualquier cosa inimaginable y cuando se extinguen las llamas, tan sólo quedan cenizas de lo que una vez fue a modo de vestigio de la destrucción causada.

El amor, cuando se disfruta es maravilloso, pero cuando se sufre es lo más horrible que existe, y cuando se desvanece deja heridas que son difíciles de curar.

Egos parásitos

Hace tiempo que estoy cansado de alimentar egos en vano. Existen relaciones que denomino como «relaciones resorte«, porque requieren de la acción de una de las partes para que puedan funcionar. Ojo, no he dicho que funcionen bien ni que funcionen mal, simplemente que el mecanismo entre en funcionamiento. Este tipo de relaciones interpersonales envuelve a dos individuos, uno con «ego parásito» y otro con «ego huésped«, en la que el segundo alimenta al primero.

parasite

Resulta muy egoísta el recibir y no dar nada a cambio, esperar y no proponer, la auto-denominada «pasividad reactiva» en la que sólo existe respuesta ante un estímulo lo suficientemente intenso como para llamar la atención. No es justo, pero como la parte que se beneficia de esta situación no la va a modificar, es responsabilidad de la parte desfavorecida el tomar una decisión al respecto. No más prostitución aural, hay que reivindicar el valor propio.

La justicia poética se aplica en este caso adoptando e imitando la actitud parásita para con la otra persona, siempre evitando caer en el error de convertirse en un nuevo parásito.