El Gongo
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LA INVASIÀ?N DE LOS GORRITAS
NO SE SABE si la culpa la tiene la televisión, la Logse, la progresiva pérdida de valores, los padres, la sociedad en su conjunto o los planificadores de enormes bloques de barriadas, pero lo cierto es que Tenerife, como tantos lugares, sufre la invasión imparable de los gorritas, esos niños y jóvenes que usan a todas horas una gorra «made in USA» para coronar su cabeza hueca.
Líbreme Dios, si es que tiene tiempo para esto, de tejer un saco gigante para encerrar en un prejuicio a todos los amantes de la visera curva. Confío en que sepamos de quién hablo cuando hablo de los gorritas. Esos elementos que transitan en manada, siempre con cara de mala leche, y sólo conciben la diversión a la piña limpia. Esos que pasean con sus perros peligrosos, sus tatuajes cutres y sus cadenas de oro y/o rosarios fluorescentes a la espera de que cualquier excusa se cruce para liarse a la trompada.
Hablo de los mismos revienta fiestas que quedaron para joder-con perdón- la verbena del agua en Tejina o que cada fin de semana acumulan contusionados en su lista de «hazañas» en La Laguna o el Puerto de la Cruz. Hablo de los desgraciados que amargan la vida a los docentes ya a sus compañeros en los institutos. Hablo de los mismos para los que el éxito en la vida es terminar un juego de la Play Station o hacer el caballito con la moto en la avenida de los Príncipes de Ofra.
Nos invaden los mismos que casi dejan a Añaza sin línea de guagua o que entran y salen, con la gorra, de los centros de menores. No respetan nada. Ni siquiera a su familia. Se creen los reyes del mundo y es inútil tratar de razonar con ellos. No quieren estudiar y para ellos todo en la vida es apariencia y dinero. Los gorritas son el resultado de un cúmulo de errores y, no nos engañemos, formarán buena parte de la sociedad tinerfeña de pasado mañana. Nos insultarán por la calle, nos robarán el bolso o la pensión y nos partirán la cara en la reunión de vecinos por quejarnos de que no bajan la música después de las dos de la mañana.
Si no atajamos la plaga, los gorritas, esos chicharros podridos que no vienen precisamente en patera, nos someterán con su involución analfabeta.
*Raúl Sánchez (Redactor de El Día)