No basta simplemente con vivir para sentirse verdaderamente vivo.
La soledad es una enfermedad que equivale a la muerte.
Las personas son como cuerdas de guitarra; si exiges mucho tarde o temprano llegará el momento en el que se rompan.
Intenta imaginar al amor como una entidad en sí misma, no como una posesión única y exclusiva de cada individuo participante en una relación interpersonal en la que participe dicho ente. Es un organismo pensante, calculador, maquiavélico, disfrazado de alegría e ilusión, infantil por momentos, para luego transformarse en tristeza y melancolía, doloroso despertar de un sueño.
O no, tal vez es inocente y, como tal, se le puede reprochar todo pero no se debe exigir compensación por nada. Tal vez es ignorante de las consecuencias que provocan sus actos, como un niño que desconoce la dirección de sus pasos pero simplemente echa a andar.
Sea como fuere, el amor es diferente para cada persona que lo sufra o lo disfrute, y sólo podemos ser jueces y verdugos de nosotros mismos y nadie más. Nada ni nadie se puede salvar de ser diana de comentarios, pero existe una gran diferencia entre las personas y el amor: las personas se ven afectadas por los comentarios pero el amor no, porque para él ninguna persona tiene la potestad para hacer un juicio de valor sobre él.
El amor está por encima de asuntos mundanos, del dinero, bienes materiales, razas o creencias religiosas, por eso es tan peligroso y tan temido por algunos. Su poder radica precisamente en su condición de universal, y por eso sólo puede ser atacado por otros sentimientos, como enemigos que aprovechan algún pequeño resquicio de debilidad.
El amor exige exclusividad, porque cuando aparece una o más variables externas a la ecuación existente entre «x» e «y» (o entre «a» y «b», por aquello de los cromosomas diferenciadores), el amor pasa de ser un medio de comunicación bidireccional a convertirse en una mentira unidireccional.
El amor exige dedicación total e incondicional entre los elementos que conforman la pareja y si no, se convierte en un pasatiempo teatral aderezado, con suerte, con pequeños divertimentos que enmascaran a modo de especias el sabor amargo de la situación.
El amor es tan magnánimo que nos da la libertad de actuar como nosotros deseemos pero, si no cumplimos sus designios, deberemos cargar con el pesado lastre de las consecuencias.
El amor no toma rehenes, exige rendición o castiga con la muerte. Es brutal, es extremista, y si no se comporta así es que no es amor, es una suerte de capricho, una atracción mal definida o un simple pasatiempo para aquellos que toman la soledad como algo tedioso y odioso.
Hay personas que quiere dejar de vivir a voluntad, que quiere dejar este mundo quizás en busca de otro mejor. No quiero entrar en debates sobre si existe o no un más allá, es una tontería luchar contra la fe.
La cuestión es, ¿qué hacer cuando te piden consejo para morir? Sé cómo hacerlo, pero es que no hay ninguna forma de morir que sea agradable.
Me parece que se le ha dado demasiado bombo mediático a todo lo que ha ocurrido con Puerta, simplemente porque vivimos en la sociedad de los fichajes y los partiditos de fútbol. Las tragedias suceden todos los días fuera de los campos de fútbol, pero parece que no es tan importante, ¿verdad?
¿Cuántas personas mueren hoy en día por enfermedad? ¿Cuántas sufren cada día? ¿Sólo porque era famoso hay que darle tanta importancia a su muerte? Creo que merece la misma importancia que la muerte de un niño por cáncer, un anciano por ictus hemorrágico o un chaval por tirarse de cabeza a una piscina poco profunda.
Es una pena que haya muerto, como cualquier otro ser humano, pero también es una pena que mi paciente no pueda volver a caminar porque le van a amputar una pierna y sólo yo me preocupo. Si fuese un jugador de fútbol, ¿a que sería distinto?
Reflexionemos un poco por favor… Aquellos que quieran, claro.
Hablando en un foro sobre la muerte de Antonio Puerta. Es que hay cosas que me tocan la moral demasiado… Y por eso escribo lo que escribo.
Vaya pesadilla con la muerte de Rocío Jurado, en todas las televisiones tienen algo que contar y digo yo, ¿por qué coño no dejan a los muertos tranquilos? Tanta gente que muere cada día y no se arma tanto revuelo, joder. [M] me ha contado que en la planta de oncología en el HUC y gracias a la televisión, muchos enfermos se han deprimido completamente pero especialmente aquellos con cáncer de páncreas diagnosticado. Precisamente deberían levantarles la moral pero todos estos especiales televisivos, los comentarios sobre la terrible enfermedad y toda esa mierda no hacen más que hundirlos.
Esta señora será lo que digan de ella, pero para mí no deja de ser una mujer muerta a consecuencia de una enfermedad común. Mi abuela materna murió de lo mismo, y sin embargo nadie la nombró en ningún programa. Como decía aquel,
tú vas a estar mucho más tiempo muerto que vivo.
No tengo corazón, y soy un insensible. He visto la muerte de mis cuatro abuelos, cáncer hepático, Alzheimer, insuficiencia respiratoria e insuficiencia renal; desde los 11 años he visto cómo poco a poco se han ido consumiendo lentamente y, créeme, los quería como a nadie en este mundo. Y los sigo queriendo en el recuerdo [aunque no tengo corazón].
Hubiese preferido que hubiesen muerto rápidamente y no sufriendo como lo hicieron. ¿Acaso soy censurable por estar a favor de una muerte digna? Sabía que todos iban a morir, tarde o temprano, por una causa u otra y sí, quise que se muriesen antes de cuando lo hicieron y de forma fulminante sólo por ahorrarles sufrimiento.
¿Has visto a tu abuela con el color amarillo de la ictericia producida por el cáncer? ¿O tal vez has cuidado a tu abuelo durante cinco años mientras se va olvidando progresivamente de todo, incluso hasta de tragar los alimentos? ¿Has escuchado alguna vez el gorgoteo de las secreciones acumulándose en los pulmones de tu abuelo que se asfixia? ¿Has llamado a una ambulancia mientras sostienes a tu abuela con un coma cetoacidótico entre tus brazos?
Créeme, no sabes ni por qué escribo lo que escribo, ni lo que he pasado, ni nada de nada… Tú si que te cubres de gloria juzgando a los demás.