Tú iluminas mi habitación con tu piel desnuda y lo cierto es que no me gusta la oscuridad. Las luces son demasiado brillantes, o eso dices. Mejor las apagamos y empezamos a conversar. Tu mirada en la oscuridad te delata, sé que me deseas, pero si prefieres puedo actuar como que no lo sé... ¿Quién enciende la luz? De nuevo nos ha amanecido. Te vistes y coges tu abrigo, tienes que irte otra vez. Ante todos actúas como si no me hubieras visto. No pasa nada, he aprendido que puedo aparentar. Estamos conectados, no ocultes los sentimientos, pero claro, no está bien, el miedo al qué dirán. Pero me siento atraído por la manera en que te mueves y me tienes ahogándome por las cosas que sabes y ahora ya nada puede detenerme. No estoy teniendo en cuenta las reglas, porque esto está fuera de todo control. No trato de buscar las palabras adecuadas porque ya las has escuchado cientos de veces. Ya es demasiado tarde, sé que te tengo atrapada. Al diablo con las reglas, ¿quién las impuso? Todo esto se escapa de nuestro control.
Pensamiento del día
Me gusta que me soprendan, pero no que me engañen.
No creo en los fantasmas pero, como cualquier persona sensata, les tengo miedo.
Llega un momento en el que maduras y ganas la autoconfianza suficiente como para aceptar tu cuerpo.
Las cargas
Hay quien lleva a cuestas lágrimas como equipaje, como un collar de cuentas que no se pueden secar. O la pesadilla de aquellos sueños de los que el sonido de la alarma obliga a despertar. El mal sabor que los buenos momentos dejan en el corazón al ser recordados, o todos los sacrificios, miedos y vicios que ahora ya pasados sólo sirven para reprochar.
O tal vez la carga de los versos que dejaron arrugas en los dedos, canciones de sonidos tristes que alguien te enseñó, por cada vez que murió una ilusión dejando una deuda de dolor sin pagar. O todas las festivas pasiones regaladas, los tesoros prometidos más allá de la inmensidad del mar y la frontera de un horizonte que alcanzar. O quizás noches sin oraciones a algún dios, que te obligan a arrastrar los pies cargando con la cruz de las despedidas.
Trata de encontrar a alguien en el camino, que al igual que tú también lleva su carga a cuestas. Puede que sea más pesado y a veces hasta fatigoso, pero la buena compañía alivia los pesares.
Mucho y poco, nada y todo
Sobre aquella colina decidí hacer un trato porque mi cuerpo quería vivir cerca del mar. Y con la sensación abrumadora del instante en realidad no sentía ninguna otra emoción. Creo recordar que me lo dijiste aquella vez: "este momento es el momento, y no habrá otro igual, y no hay nada más que pensar que en el ahora; nada más que disfrutar del aquí y dejarte llevar." Entonces podía escuchar la llamada de la aventura, de los caminos que se abrían ante nosotros. Pero también oía el gruñido de la inquietud porque en el horizonte una tormenta se formaba. No, nunca pensé que fuera fácil y lo sabes, porque en realidad ni tú ni yo lo somos. Mejor cambiemos de tema, hablemos de otras cosas, de mi mucho y de tu poco, de tu nada y de mi todo. Cuando aquella noche le susurré a tu pecho "no ha estado mal, pero creo que me voy a casa" en realidad lo hice porque no te sentía mi hogar. No fue por rencor, tan sólo regalaba sinceridad. Y ahora, cuando miro atrás, me pregunto a solas si es que aquel día dejaste que me marchara porque tú también sabías que era lo mejor o porque ya no tenías miedo a las noches sin mí.
A separation
Despierto al alba buscándote, presa del miedo, pero te siento a mi lado. No, no fue un sueño; es cierto que estás aquí conmigo, al fin. Creo que te lo he dicho, no lo recuerdo, pero no me importa susurrar con mis labios muy cerca de tu piel, confesando que te he soñado muchas veces.
Eres fruto de mi imaginación, cual Pigmalión moderno, y al fin tus oníricas formas se han hecho carne para yacer junto a mí. Mil instantáneas de los momentos de anoche aparecen de pronto, y se condensan formándote a ti, dibujando una sonrisa de alivio en mi cara.
Pero una sombra se esconde en la claridad del alba: el recuerdo de tu partida. Yo sueño despierto mirándote, pero sé que tu despertar hará que te marches, que te vayas de mi lado sin seguridad de cuándo, cómo o dónde volveremos a conversar con ojos callados y suspiros elocuentes.
No debo dejar que el puñal de la incertidumbre atraviese mi pecho, aunque siento su helado filo apoyado sobre mí. Te miro, desnuda, en busca del recuerdo ardiente que me regalaste entre sombras con la esperanza que derrita el hielo de esta hora tan fría.
Aún no te has ido y ya te echo de menos. Que Morfeo se apiade de nosotros.
Tras los barrotes
@Ugglytruth: Detrás de toda chica que es fría… complicada… cabrona… extraña o rara… hay una historia de amor que argumenta su comportamiento.
Hoy uno de mis contactos en el Facebook ha decidido publicar una frase algo similar a esta que acabo de citar y la verdad es que no he podido evitar que dentro de mi cabeza comenzasen a moverse los engranajes chirriando como una bandada de arpías aulladoras.
Hace ya tiempo que hablé acerca del locus de control y he de reconocer que poco a poco he ido modificando esa parte de mí volviéndome cada vez más un individuo introspectivo y de locus interno. Quizás es por eso que cuando veo una muestra flagrante, y hasta casi insultante, de un locus externo se disparan mis alarmas porque una experiencia amorosa pasada es una excusa demasiado barata como para justificar una forma de actuar.
Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara es porque ha sido tu decisión ser así. Fin de la historia.
Las experiencias, una vez ocurren, se quedan en el pasado, no se pueden alterar de ninguna manera; podríamos decir que son imposiciones que tenemos que aceptar queramos o no. Sin embargo, la manera de analizarlas y actuar en función de ellas es una opción de cada uno. Echarle la culpa de tu ineptitud a la hora de mantener relaciones sociales o interpersonales a una experiencia sentimental pretérita no hace más que demostrar tu incapacidad para adaptarte a los cambios.
Tal vez no has sido capaz de aceptar que una relación ha acabado o que tú tienes parte de responsabilidad en que haya llegado a su fin. Siempre es mucho más sencillo echar la culpa a los demás antes que pararse a pensar en qué ha hecho uno mismo para llegar a un determinado resultado. Además, lo que quiera que haya ocurrido sucedió con una determinada persona con unas características concretas, ¿por qué juzgar al resto como si se tratase de la misma persona?
Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara con alguien que no lo merece eres, además de todo eso, una injusta obcecada en su estupidez.
Todos somos los segundos platos de los primeros amores, es un hecho incontestable, pero nadie merece pagar los platos que ha roto alguien antes que nosotros. Es tan injusto como ser arrestado y juzgado por el robo a un banco que no has cometido simplemente porque entraste a ingresar dinero inmediatamente después de haber huido los criminales. No tiene sentido alguno.
¿Qué cantidad de responsabilidad recae sobre mí por los actos que cometió contra ti otra persona? ¿Acaso no te has parado a pensar en que tu forma de actuar conmigo va a influir directamente sobre la continuidad o no de la relación? ¿Sabes qué es una profecía autocumplida? Pues estás forjando una con tu actitud y, lo peor de todo, es que vas a conseguir reafirmarte en lo que piensas, tendrás tu refuerzo positivo y volverás de nuevo a esgrimir tus argumentos con la siguiente víctima de tu estupidez.
Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara acostúmbrate a la soledad, muy pocas personas estarán dispuestas a soportarte.
Tal vez te refugies detrás de esa actitud usando las típicas excusas de «no quiero que me vuelvan a hacer daño», «todos los tíos son unos hijos de puta», «yo es que soy así y a quien no le guste que se joda», y otros tantos ejemplos. Las corazas dan seguridad porque en cierta manera protegen de las agresiones externas pero casi nadie quiere estar con una persona enlatada porque estos métodos de protección tampoco permiten que desde su interior salga nada. Es más, serás una prisionera atrapada dentro de tu propia armadura.
El miedo, el odio o el rencor no son emociones saludables porque a menudo lo que provocan es que tomemos decisiones poco acertadas. Reúne el valor suficiente, haz un ejercicio de introspección, intenta plantearte qué puedes mejorar, actúa en consecuencia y seguramente recibirás mucho más a cambio.
Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara deja de serlo y verás cómo el mundo te corresponderá de distinta manera.