Camaleones

Hoy, al llegar de fiesta en La Laguna, me he encontrado con un amigo en la cocina, un perenquén [a.k.a. gecko] adulto de tamaño considerable que se ha escondido detrás del cesto de la ropa. Desde siempre estos animalitos nocturnos han despertado en mí un profundo sentimiento de empatía, no sé por qué.

De pronto ha llegado hasta mi mente el recuerdo de los camaleones, otros animales que me resultan especialmente adorables. Son grandes maestros del mimetismo. El siguiente pensamiento que ha llegado hasta mi mente han sido los distintos encuentros que han ocurrido esta noche. Definitivamente, mientras menos buscas con mayor facilidad eres encontrado, no falla.

Es curioso cómo las personas reaccionan de distintas maneras cuando ven a alguien conocido. Las hay que se alegran, otras se sorprenden y otras intentan pasar desapercibidas retirando la mirada a pesar de haber ocurrido un contacto visual directo.

Tengo una memoria bastante visual y a veces tan sólo me basta con un gesto conocido, un rápido vistazo o un simple detalle anatómico para identificar a las personas. Sin embargo, cuando te encuentras de frente con alguien, nos miramos fijamente durante un instante y luego la otra persona desvía la mirada como si con esa sencilla acción lograse ocultarse o, más bien, simular que no te ha reconocido, me provoca risa.

Es patético.

Ambos sabemos que nos hemos reconocido pero, sin embargo, uno de los dos actúa como si nada hubiese ocurrido. Es entonces cuando, quizás movido por una sórdida intención de venganza, me acerco hasta esa persona y exclamo sorprendido su nombre. Luego se suceden el correspondiente saludo, una conversación absolutamente intrascendente y la despedida.

Otras veces, sin embargo, se dibuja en mi cara una sonrisa socarrona al saberme reconocido y, a la vez, evitado, sobre todo cuando la otra persona no ha sabido ocultar su expresión de sorpresa. Entonces, en lugar de acercarme, actúo como si no hubiese ocurrido nada en absoluto.

Qué estúpidos somos tan a menudo.

Pensamiento del día

rencor

No soy tan rencoroso como se piensa, puedo llegar a perdonar. El problema es que tengo memoria.

«Ten cuidado, porque mientras más te gusta la música brasileña más viejo te haces». O «mientras más viejo te haces, más te gusta la música brasileña». No recuerdo muy bien dónde lo leí, ni si eran esas mismas palabras, pero era algo así. De todas maneras, si fuese por eso, yo ya sería un viejo centenario.

«Yo no tengo amigos ni amigas. Hay mucha falsedad en el mundo». Esto es un fragmento de conversación entre dos vecinas mientras sacaba a pasear a Draco. La falsedad no es algo nuevo, señora, existía desde el comienzo de los tiempos, lo que pasa es que a veces nos damos cuenta de las cosas un poco tarde.

Pensamiento del día

minute

Da igual la hora, da igual el tiempo que pase, para mí siempre faltará un minuto para conocer tu respuesta. Cuando la sepas, dímela para acabar con esta espera y poder rozar tus labios con los míos.

Jamás he usado la excusa etílica porque me haya hecho falta jamás. Si alguna vez la he utilizado ha sido por facilitar las cosas a la otra persona, porque parece ser que simular un estado transitorio de desfrontalización ayuda a comprender ciertos actos y palabras.

Las personas mentirosas son humanos superiores al resto, con cualidades como la memoria, la creatividad y la interpretación desarrolladas por encima de la media. Deben recordar la verdad y sus mentiras, establecer relaciones entre ellas y actuar ante el mundo. Aquellos que mienten bien deben tener buena memoria, para estar de acuerdo en todos los puntos con ellos mismos, a fin de ser espiados.

«mendacem memorem esse oportere» – Quintiliano, Institutio Oratoria, liber IV, capitulum II.