Mis ojos

Por favor disculpa a mis ojos
porque buscan el mar donde no debería estar,
y al ver el sol tras el cristal
me hacen pensar que hará calor.

Igual que pienso en quién era yo
para ti y para mí,
y cómo, tan falto de todo y nada, 
confundía lo que había entre nosotros con el amor.

Tenías mis latidos a tu merced,
a veces clavados como punzadas,
cuando me hacías pensar que llegaba el final.
Otras, como tormentas con truenos,
cuando querías volver a entrar,
y yo siempre te dejaba.

Y te decía que siempre habría sitio para ti,
incluso cuando no lo había,
pero yo lo buscaba, desechando otras cosas
sólo para hacerte un hueco en mi corazón.

Si sabes que sólo quiero nadar en tu mar
y acabo siendo un barco varado entre dunas.
Si sabes que sólo quiero bañarme en tu calor
y tan sólo eres dolorosamente fría.

Aún mis ojos sueñan con un amor,
¿quién no lo hace cuando tu compañía es ausencia?
Dime... Dime por qué,
¿por qué siempre confundes mis ojos?

Todo lo que nunca hice

Huidas o regresos
Nunca vi amanecer hasta que pasé despierto una noche a tu lado
Nunca vi la luz del sol hasta que apagaste las luces de la habitación
Nunca vi mi hogar hasta que estuve demasiado tiempo lejos
Nunca sentí un latido hasta que escuché tu corazón

Nunca vi el mar hasta que me mudé tierra adentro
Nunca vi la luz de la luna hasta que brilló sobre tu piel
Nunca vi tus lágrimas hasta que rodaron sobre mi mejilla
Nunca olí tu pelo hasta que el perfume de tu cuerpo se fue

Nunca medí las distancias hasta que nos separó un cristal
Nunca vi las fronteras del mapa hasta que viajé en aquel tren
Nunca dije "te quiero" hasta que no pude susurrar a tu pecho
Nunca supe que me fui de tu lado hasta que te necesité

Las cargas

Holding it

Hay quien lleva a cuestas lágrimas como equipaje, como un collar de cuentas que no se pueden secar. O la pesadilla de aquellos sueños de los que el sonido de la alarma obliga a despertar. El mal sabor que los buenos momentos dejan en el corazón al ser recordados, o todos los sacrificios, miedos y vicios que ahora ya pasados sólo sirven para reprochar.

O tal vez la carga de los versos que dejaron arrugas en los dedos, canciones de sonidos tristes que alguien te enseñó, por cada vez que murió una ilusión dejando una deuda de dolor sin pagar. O todas las festivas pasiones regaladas, los tesoros prometidos más allá de la inmensidad del mar y la frontera de un horizonte que alcanzar. O quizás noches sin oraciones a algún dios, que te obligan a arrastrar los pies cargando con la cruz de las despedidas.

Trata de encontrar a alguien en el camino, que al igual que tú también lleva su carga a cuestas. Puede que sea más pesado y a veces hasta fatigoso, pero la buena compañía alivia los pesares.

Mucho y poco, nada y todo

Back to the start
Sobre aquella colina decidí hacer un trato
porque mi cuerpo quería vivir cerca del mar.
Y con la sensación abrumadora del instante
en realidad no sentía ninguna otra emoción.

Creo recordar que me lo dijiste aquella vez:
"este momento es el momento, y no habrá otro igual,
y no hay nada más que pensar que en el ahora;
nada más que disfrutar del aquí y dejarte llevar."

Entonces podía escuchar la llamada de la aventura,
de los caminos que se abrían ante nosotros.
Pero también oía el gruñido de la inquietud
porque en el horizonte una tormenta se formaba.

No, nunca pensé que fuera fácil y lo sabes,
porque en realidad ni tú ni yo lo somos.
Mejor cambiemos de tema, hablemos de otras cosas,
de mi mucho y de tu poco, de tu nada y de mi todo.

Cuando aquella noche le susurré a tu pecho
"no ha estado mal, pero creo que me voy a casa"
en realidad lo hice porque no te sentía mi hogar.
No fue por rencor, tan sólo regalaba sinceridad.

Y ahora, cuando miro atrás, me pregunto a solas
si es que aquel día dejaste que me marchara
porque tú también sabías que era lo mejor
o porque ya no tenías miedo a las noches sin mí.

Océanos de noches

Náufragos en la nocheSus ojos son dos noches sin luna ni estrellas y yo, como un marinero con rumbo incierto, en ellos naufragué. Y para mantenerme a flote me aferré a sus caderas, con uñas y dientes, hasta que quedé varado en la playa de aquellas sábanas. Y bebí de sus pechos, mordí sus labios y paseé por el húmedo jardín de su isla para poder sobrevivir.

Desde el primer momento fue la excusa para luchar cada instante como si fuera el último, dibujando una sucesión de nuevos recuerdos ya vividos. Comprobando que aún soy diestro con mi mano zurda, a pesar de la anquilosante facilidad de la costumbre, y tejí con su pelo una urdimbre de besos y un encaje de palabras, para vestir mi piel con su piel y despeinar sus sueños con mis sueños.

No es fácil cuando cada día tienes que luchar contra la naturaleza y el tiempo. Entonces rezas y pides ayuda a una deidad, pero a menudo recibes respuestas calladas y silencios elocuentes. Con el paso de los años te das cuenta que cada día estamos más cerca del final de la aventura, y ahora me gustaría poder darme un consejo: «no te permitas el lujo de sufrir».

Porque en materia de sentimientos, sufrir es una elección que sale demasiado cara.

Para olvidar

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No sé por qué regresaste justo ahora, cuando el olvido ya había hecho acto de presencia. Supongo que ya lo sabes, no lo sé, pero la tristeza ocupó el espacio que dejaste cuando te marchaste. De verdad, no sé para qué volviste…

Cuánto mal provoca recordar lo que ya no está.

La melancolía vuelve a echar raíces, y yo que pensé que el invierno había acabado con todo lo que había plantado en el jardín. Lo cierto es que es mejor guardar silencio. ¿Para qué hablar acerca de cosas que ya no existen? De verdad, no entiendo el porqué de tu retorno…

Ya ves que sigo hablando demasiado, y por eso es mejor callar.

Mis tristes poemas estuvieron conmigo como compañeros de mi soledad, pero nosotros tres no pudimos calentar aquel corazón. No sé si lo sabes, pero una parte de mí me abandonó y se fue contigo. La eché de menos un tiempo, hasta que empecé a olvidar lo que antes estaba dentro de ese hueco en mi pecho.

Pero ahora, otra vez, has vuelto… Y contigo aquel recuerdo que vuelve para doler.

Echo de menos el tacto del sol y del mar, pero tengo las manos deshechas de apretar el dolor. Y de nuevo has vuelto, hablando de cosas que no quiero escuchar, preguntando cosas que no quiero contestar, demandando cosas que no quiero dar…

De verdad, no sé que pretendes de mí… Mejor olvidemos los dos.

No detengas tu caminar para mirar ese árbol que se marchitó sin dar fruto. Ya es demasiado tarde, y tan sólo quedaron unas flores, ni vivas ni muertas, como epitafio del aroma que una vez te hizo suspirar. Lo que tengas de mí te lo puedes quedar, pero yo te devuelvo tu recuerdo.

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Por eso déjame desaparecer, no te aferres a mí, y me perderé en la niebla del ayer, como un pensamiento que no se puede recordar.

Qué lástima da llegar a la conclusión que al final, de todo aquello, ya no queda nada, nada que se pueda aprovechar. Sólo unas palabras vacías, que daban vueltas por mi cabeza y anclé a las páginas de este cuaderno. Cuando llegue el momento y la marea se las lleve ya carecerán de importancia, como esos troncos que el mar deja olvidados en alguna playa lejana.

Como Neruda una vez escribió, estos podrían ser los últimos versos que te escriba. Lo cierto es que te he echado de menos, lo justo para escribir otra vez unas cuantas palabras.

Palabras… Para olvidar.