Tras los barrotes

Tras los barrotes

@Ugglytruth: Detrás de toda chica que es fría… complicada… cabrona… extraña o rara… hay una historia de amor que argumenta su comportamiento.

Hoy uno de mis contactos en el Facebook ha decidido publicar una frase algo similar a esta que acabo de citar y la verdad es que no he podido evitar que dentro de mi cabeza comenzasen a moverse los engranajes chirriando como una bandada de arpías aulladoras.

Hace ya tiempo que hablé acerca del locus de control y he de reconocer que poco a poco he ido modificando esa parte de mí volviéndome cada vez más un individuo introspectivo y de locus interno. Quizás es por eso que cuando veo una muestra flagrante, y hasta casi insultante, de un locus externo se disparan mis alarmas porque una experiencia amorosa pasada es una excusa demasiado barata como para justificar una forma de actuar.

Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara es porque ha sido tu decisión ser así. Fin de la historia.

Las experiencias, una vez ocurren, se quedan en el pasado, no se pueden alterar de ninguna manera; podríamos decir que son imposiciones que tenemos que aceptar queramos o no. Sin embargo, la manera de analizarlas y actuar en función de ellas es una opción de cada uno. Echarle la culpa de tu ineptitud a la hora de mantener relaciones sociales o interpersonales a una experiencia sentimental pretérita no hace más que demostrar tu incapacidad para adaptarte a los cambios.

Tal vez no has sido capaz de aceptar que una relación ha acabado o que tú tienes parte de responsabilidad en que haya llegado a su fin. Siempre es mucho más sencillo echar la culpa a los demás antes que pararse a pensar en qué ha hecho uno mismo para llegar a un determinado resultado. Además, lo que quiera que haya ocurrido sucedió con una determinada persona con unas características concretas, ¿por qué juzgar al resto como si se tratase de la misma persona?

Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara con alguien que no lo merece eres, además de todo eso, una injusta obcecada en su estupidez.

Todos somos los segundos platos de los primeros amores, es un hecho incontestable, pero nadie merece pagar los platos que ha roto alguien antes que nosotros. Es tan injusto como ser arrestado y juzgado por el robo a un banco que no has cometido simplemente porque entraste a ingresar dinero inmediatamente después de haber huido los criminales. No tiene sentido alguno.

¿Qué cantidad de responsabilidad recae sobre mí por los actos que cometió contra ti otra persona? ¿Acaso no te has parado a pensar en que tu forma de actuar conmigo va a influir directamente sobre la continuidad o no de la relación? ¿Sabes qué es una profecía autocumplida? Pues estás forjando una con tu actitud y, lo peor de todo, es que vas a conseguir reafirmarte en lo que piensas, tendrás tu refuerzo positivo y volverás de nuevo a esgrimir tus argumentos con la siguiente víctima de tu estupidez.

Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara acostúmbrate a la soledad, muy pocas personas estarán dispuestas a soportarte.

Tal vez te refugies detrás de esa actitud usando las típicas excusas de «no quiero que me vuelvan a hacer daño», «todos los tíos son unos hijos de puta», «yo es que soy así y a quien no le guste que se joda», y otros tantos ejemplos. Las corazas dan seguridad porque en cierta manera protegen de las agresiones externas pero casi nadie quiere estar con una persona enlatada porque estos métodos de protección tampoco permiten que desde su interior salga nada. Es más, serás una prisionera atrapada dentro de tu propia armadura.

El miedo, el odio o el rencor no son emociones saludables porque a menudo lo que provocan es que tomemos decisiones poco acertadas. Reúne el valor suficiente, haz un ejercicio de introspección, intenta plantearte qué puedes mejorar, actúa en consecuencia y seguramente recibirás mucho más a cambio.

Si eres una chica fría, complicada, cabrona, extraña o rara deja de serlo y verás cómo el mundo te corresponderá de distinta manera.

Comprensión

understanding¿Cómo podemos pretender conocer a los demás si nosotros mismos no nos conocemos? Quizás no nos hemos parado a pensar que, simplificando, somos máquinas que se estudian a sí mismas. El hecho de ser parte de la incógnita ya nos impide alcanzar el conocimiento.

Una vez más llegan hasta mi mente aquellas palabras escritas hace tanto tiempo y digo yo, ¿por qué nos empeñamos en encasillar y juzgar? Simplemente porque es más fácil hacer causantes de nuestros problemas a los demás antes que hacer una introspección y hallar la causa en nosotros, nuestros actos. Todos recurrimos al locus de control externo porque nos resulta más sencillo echarle la culpa de nuestros problemas a las personas que nos rodean e interactúan con nosotros, al Sol porque aparece por el horizonte o a la Luna que nos mira con cara pálida.

El ejemplo más sencillo es el del niño que se tropieza con un juguete, cae al suelo, haciéndose daño, y comienza a llorar. ¿Cuál es la reacción natural de la madre? Primero mira si está bien, si se ha hecho mucho daño, y lo segundo es decir «juguete malo, juguete malo», ¿o no es cierto? Desde pequeños, con estos inocentes actos, nos comienzan a inculcar que nuestros problemas son por causa externa, cuando en realidad si el niño se hubiese fijado y hubiese esquivado el juguete no se habría caído. De nada sirve andar echándole culpa a nada o nadie, simplemente porque es más fácil actuar sobre nosotros mismos y corregirnos que andar modificando nuestro entorno y a los demás para evitar nuestros problemas. El fallo seguirá estando en nosotros, no le habremos puesto solución, y seguirá repitiéndose mientras no cambiemos al mundo o a nosotros.

understandingMarcamos como causa de nuestros problemas a los demás, los etiquetamos con calificativos y los distribuimos en grupos porque es lo más fácil. Y es que en realidad no somos nosotros mismos, somos como nos califican los demás. Las apreciaciones subjetivas que hacemos los unos sobre los otros son las que nos definen, las que dictan si somos simpáticos, interesantes o prepotentes, no simplemente porque lo seamos de forma inherente.

Lo único importante al final es conocerse a sí mismo, pero como ya he dicho, es imposible. A lo único que podemos aspirar es a comprendernos, sólo que unos lo han conseguido en mayor medida que otros. Lo triste es que, a menudo, los que menos se comprenden son los que más juzgan y ahí radica el problema.