Hace frío a este lado del corazón y en estas condiciones imagino sueños en los que abunda el calor, o traigo al presente recuerdos de tiempos pasados, no estoy muy seguro.
Placeres fatuos adornan la piel de su preciado cuello
al igual que un colgante luce cuentas de coral y ámbar
mientras sus recuerdos recluidos en una prisión de hierro
cumplen sentencia tras los duros barrotes de su mirar.
No son más que marcas de deseo y lujuria tan banales
que sólo satisfacen el hambre pero no al paladar,
como trofeos de eróticos juegos y privados bailes
en los que dos cuerpos desnudos danzan en horizontal.
Pero como si un gran mago lanzara un sortilegio extraño
entonces comienza a derretirse la coraza de hielo
y esa mortaja de lino por el tiempo sucio y ajado
permite entrever algunos secretos guardados con celo.
Como un milagro el hierro y el acero ya no son metales,
agradable y untuoso surge su calor de algún lugar
como la lava que brota y fluye del volcán que al fin late
cuando tras eternos eones de nuevo ha de despertar.
A pesar que el agua tal vez se vuelva frío y duro hielo
o si en mineral y roca la lava se vuelva a tornar
o acaso un negro abismo guarde muchos y oscuros secretos
la urdimbre del gran telar que es el tiempo no cesa su andar.
Todas las horas nos parecen viejas al mirar el reloj
cuando esperamos que esa estrella vuelva otra vez a brillar.
Y es que cansada está de regalar su agradable fulgor
y a cambio sólo desilusiones y mal trato encontrar.
Ese lucero del alba adornará de nuevo las noches
cuando algún astro dichoso logre a su corazón sanar
y consiga borrar de su luminosa faz el reproche
que sólo la verdadera pasión puede hacer olvidar.
Igual que si se tratase de un bálsamo o un hechizo, la pasión puede hacer sanar ciertas heridas.