Ya hace prácticamente un año que tomé ciertas decisiones importantes en mi vida que me han llevado hasta el día de hoy. Un año en el que se han ido sucediendo multitud de acontecimientos con los que, tal vez, me he ido fragmentando para luego reconstruirme de nuevo. O quizás han sido estos sucesos los clavos, tornillos, remaches, soldaduras, aguja e hilo, masilla o cemento que han tomado y unido entre sí a toda esa miríada de pedazos desperdigados que he sido y sigo siendo. O tal vez por obra de algún tipo de algoritmo estos trozos de mí mismo se han ido recombinando y solapando en un proceso de cambio y adaptación que se ha producido en mi universo interior. O todo esto y nada a la vez.
Sea como fuere, echo la mirada atrás y veo que desde hace prácticamente un año hasta el día de hoy sigo siendo el mismo, a lo mejor con algunos cambios fácilmente perceptibles en un vistazo rápido, pero también sé que soy alguien distinto a quien era, alguien que se ha visto modificado en esencia. Es fácil percatarse de lo que se echa en falta pero muy complicado hacerlo con lo que se posee. Sin embargo, puedo afirmar que lo que he perdido por el camino no guarda tanta importancia como lo que he ganado y muchísimo menos que lo que sigo mantenido bien guardado.
Quizá llegue un momento en el que tenga que deshacerme también de todo esto para poder seguir evolucionando, pero tan sólo espero que sea como hasta ahora, sólo para continuar mejorando.